lunes, 30 de diciembre de 2013

Mi otro yo - Cap. 15


-15-

Ari ya no se extrañó al no ver a Tati en clase aquel día, ni trató de preguntar a Paula si ella sabía algo, porque esta aún le huía. No había podido hablar con ella, en cuanto se acercaba, Paula dejaba un espacio entre ambas y giraba la cara evitando el contacto visual.

-          ¿Te he hecho yo algo?

De nuevo, el intento de comunicación fue inútil, Paula simplemente apartó los libros y acomodó sobre ellos su cara, mirando al infinito. La clase empezó, pero Ari no tenía la mente para volúmenes aquel día, levaban así más de tres semanas y no aguantaba más. Tati no iba a clase, Paula no le hablaba y al intentar ir a visitar a Marta no le dejaban pasar del hall. ¿Pero, qué pasa?

Salió de la clase sin dar explicaciones bajo la triste mirada de Paula, quería hablarle, pero no podía sabiendo lo que sabía, seguía preguntándose por qué le importaría aquello, qué le impedía acercarse a una de sus mejores amigas y simplemente pedirle explicaciones. Tampoco ella aguantaba aquella situación, sabía que Tati no iba a clase por su culpa, y Ari estaba perdiéndose la mitad de las clases. Quería gritar, salir corriendo a por su amiga e intentar que las cosas volvieran a ser como antes, volver al pasado tan solo tres semanas…

Solo una cosa buena había pasado desde aquel fatídico día, la profesora de arte estaba colaborando en un proyecto con los grandes museos y sus clases se habían trasladado allí para ayudarle a reorganizar cuadros mientras ella y algunos de los alumnos más destacados restauraban “El aullido”, un cuadro encontrado en una antigua tumba de finales del siglo III aC. Pero por supuesto, entre estos privilegiados se encontraban Miguel, el chico más listo de la escuela incluyendo a los profesores; Carol, la típica artista que se lleva bien con todo el mundo; y… Tati, la mejor artista que ha conocido España. Paula era buena, así que la profesora le había ofrecido el puesto de Tati alegando que es lo que ella hubiera querido, y que realmente necesitaba a los tres mejores de la clase como ayudantes, pero Paula se negaba a ocupar ese puesto, Tati era mil veces mejor de lo que ella sería nunca…

Por otra parte estaban los ensayos de teatro, la falta de Tati se notaba el doble en aquel pequeño salón de actos del que las tres amigas habían hecho su santuario por ser el lugar que las unió en un primer momento. Pero no solo Paula y Ari echaban de menos a la “peque” del grupo, Tati era la protagonista y la función se estrenaba en dos semanas. El grupo quería reemplazar su personaje, pero Paula y Ari aseguraban que Tati se sabía el papel a la perfección y que no se perdería el estreno por nada del mundo. 

-          Más nos vale… Joder, peque, pensé que al menos a mi me lo contarías si te pasara algo, no por nada soy la única que sabe tu secreto… - pensaba la rubia.


En casa de Paula hace unas tres semanas

Paula estaba muy emocionada por su reencuentro con su mejor amiga, no quería compartir aquella emoción con nadie, ya que no podría explicar lo que sentía, la había echado mucho de menos, tenía ganas de abrazarla, de contarle todo lo que estaba pasando en la escuela, representarle la obra, por supuesto darle su invitación a la misma…

Le había dicho a su madre que le dejara la casa libre aquel día para poder organizar una “Velada P” que consistía básicamente en pizza, peli, palomitas, paseo y pintura. Era la velada favorita de Marta, ya que ella misma la había inventado para amenizar sus numerosas tardes de soledad. Para esta VP, Paula había elegido “Harry Potter” sabía que era la saga favorita de su amiga, y ambas habían visto las películas mil veces, así que dejaría que Marta decidiera cual de las siete ver aquella noche.
Su madre entró en la habitación tras dos toques en la puerta. Se encontró a su hija en mitad de la habitación mirando al infinito mientras sostenía una camiseta negra en cada mano.

-    ¿Tan diferentes son que no puedes decidirte? Creí que eran todas negras para no tener que preocuparte por eso.
-          eh? No, mamá, son distintas, hay factores…
-          Jajaja Sí, se me olvidaba, los tonos del negro y bla bla bla. ¿En qué pensabas?
-          ¿A qué te refieres?
-          pues a que te conozco, hija, y sé que cuando pones esa cara de empanada es porque algo te ronda la cabeza y tus dos neuronas debaten entre sí durante un buen rato…
-          Te has levantado graciosa hoy, eh?
-          Venga, cuéntaselo a tu madre, ¿es por algún chico?
-          Mamá! siempre con lo mismo
-          Conservo la esperanza de que seas la típica adolescente.
-          Pues ve rechazándola, porque bien sabes que no lo soy, pensaba en Marta.
-          Qué raro! jeje ¿Lo tienes ya todo listo para vuestra VP?
-          Casi todo – miró a su madre
-          Tranquila, que ya me voy, no me mires así, solo venía a despedirme…
-          Gracias mami, ya sabes que a una VP normal te dejaría unirte como otras veces, pero…
-          lo sé, lo sé, es el reencuentro y tenéis mucho de lo que hablar. Pasarlo bien, cariño.

Besó a su hija, se despidió y salió de casa con una sonrisa en los labios. Paula también sonreía al imaginar la cara de Marta al ver la VP sorpresa.


Mientras tanto, en casa de Marta

¿Por qué no ha dicho nada? ¿Tan poco le emociona quedar con su mejor amiga que no se lo cuenta a nadie? ¿o quizá se ha olvidado? ¿Es posible que no venga y me quede aquí esperando como una imbécil?... ¿Por qué tengo que ponerme siempre en lo peor? Igual no nos lo ha dicho porque se supone que ninguna de nosotras la conocemos, además sería como decir “me caéis bien, pero no se puede comparar con mi mejor amiga, aunque no he hablado con ella desde hace semanas…” Joder, no sé que es peor de las dos… En fin, lo mejor será no pensar en estas cosas. Marta, tienes que dejar de hablar sola, el día menos pensado te veo manteniendo un diálogo frente al espejo con tu amiga “Tati” jejeje. 

Sonó el teléfono y a Marta le gratificó escuchar a Ari al otro lado de la línea. Por supuesto Ari sabía del encuentro entre Marta y Paula de aquella tarde, y sabía que su amiga estaría dándole vueltas a la cabeza echándose la culpa una vez más por esconder aquel secreto.

-          No estás haciendo nada malo
-          Un saludo genial, Ari – contestó la voz cansada de Marta – pero no es tan sencillo, porque la única culpable de este lío de personalidades es una misma.
-          jaja me encanta ese “auto-compadecimiento” tan tuyo. Es tu amiga, deja de rallarte con “¿qué tengo que decirle? ¿Cómo actuar? ¿cómo reaccionar ante los cotilleos que ya te sabes?...”
-          me conoces demasiado bien
-          lo sé, y eso que no he mencionado esas que seguro que te has hecho de “¿por qué no ha mencionado que ha quedado conmigo?”
-      vale, ya has dejado claro que puedes leerme la mente, ahora ¿se te ocurre alguna de tus geniales frases para quitarme este sentimiento de culpa?
-          ¿Quieres que me pase por tu casa? Seguro que así te sientes más tranquila
-          No puedo resistirme a ese tono de conciliadora que pones cuando sabes que llevas razón… ¿no te importa pasarte un rato?
-          Claro que no, ¿a qué hora has quedado con Pau? porque como me vea allí va a flipar en colores.
-          Tranquila, quedan dos horas.
-          Pues ahora te veo.
-          Gracias, rubia! ¿qué haría yo sin ti?
-          Te volverías loca, pero es normal, demasiada inteligencia en una cabeza tan pequeña.
-          será eso..


Así que recreaba aquella tarde en la memoria de Marta, quien aún permanecía en la cama, a pesar de ser ya las 2:30 del mediodía.  ¿Podría cambiar algún día lo que pasó? ¿Había algo que hubiera podido hacer diferente aquella tarde para no estar ahora como estaba?
 
-          Supongo que no – se auto contestó en voz alta

Volvió a meter la cabeza entre las sábanas, cerró los ojos y trató de dormirse de nuevo para no tener que pensar en lo mal que había llevado la situación. 

Con lo bien que estábamos Paula y yo solas, ¿quién me mandaría a mi sacarme de la manga toda una vida falsa? Está claro, soy idiota.

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