y nos pilló el deshielo con ganas de sequía.
El mundo se plegó ante mis ojos
y yo, como fiel parásito simbiótico,
me aferré con fuerzas a su final anunciado,
luchando por arrancarle
hasta el último gramo de energía.
Así sentí apagarse el aire
cuando el cristal de mi ventana rompió en pedazos,
sin más refugio que la ironía.