Todas las esquinas sabían de ella,
de cómo sus manos derretían coartadas,
del sabor de esos labios por los que mentía,
del lugar donde se perdían sus miradas...
No quedaba una estrella que no supiera su nombre,
a dónde se dirigían esos pasos,
por qué caminaba con prisas,
incluso qué había en la mochila...
Las paredes podrían contar tantas cosas...
Pero por suerte
casi nadie sabía descifrar el código.
El viento apartaba rumores de sus oídos
jugaba en su favor en aquel lavabo,
servía de fuerza y escudo,
refugio y destino...
Una mano
encontraba a tientas el final de la gorra,
un aliento cálido se acercaba al oído,
el miedo
una vez más
se quedaba en la puerta...
Allí,
amarse,
por una vez,
no iba contra las normas...
Por las historias que rondan tu mente. Por las ganas de cambiar el mundo. Por las rimas. Por la música. Por el arte... El primer puercoespín enamorado de las letras comparte sus cuadernos de poesía. Cuidado, puede ser muy dulce o utilizar sus púas.
miércoles, 22 de marzo de 2017
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No encuentro palabras suficientes, ni sinónimos necesarios... Tu cuerpo no tiene nombre, ni tus besos, adversario.

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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: