miércoles, 14 de octubre de 2015

Vacío



Vacío, completo y absoluto vacío.

Su mundo ha sido víctima de un experimento químico para el que nadie había pedido permiso. Se ha quedado sólo entre un montón de escombros y, por no quedar, no queda ni frío. Por más que mire a todos lados, no puede ver nada, no reconoce el pueblo en el que ha vivido toda su vida.

Y es que ya no hay vida. Ya no hay ruido. Ya no hay nada…

Ahora es pasajero de un barco sin tripulantes, único habitante de una tierra yerma.

“Hasta el Sol se ha ido”, piensa mirando al cielo.


No quiere mirar lo que fue su casa, pues sabe que no encontrará a nadie, al menos a nadie vivo. Lleva dos horas pellizcándose por si tan sólo fuera un sueño, pero la realidad es su peor pesadilla. Y allí se queda, inmóvil, entreviendo el suelo entre las palmas de sus manos sin lágrimas que liberar, ni grito que desgarre su garganta.

No tiene nada que contar, nada que decir, nada… Ya no siente nada…

Quiere morir pero no sabe cómo; algo le grita que huya, que se salve… pero ¿para qué? Está en un desierto en mitad de la nada y sabe que por más que luche, que empiece de cero, que le ponga ganas… por dentro seguirá siendo parte de ese infinito vacío, de esa “nada” que se lo ha llevado todo…

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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo:

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