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Ari ya no se extrañó al no ver a
Tati en clase aquel día, ni trató de preguntar a Paula si ella sabía algo, porque
esta aún le huía. No había podido hablar con ella, en cuanto se acercaba, Paula
dejaba un espacio entre ambas y giraba la cara evitando el contacto visual.
-
¿Te he hecho yo algo?
De nuevo, el intento de
comunicación fue inútil, Paula simplemente apartó los libros y acomodó sobre
ellos su cara, mirando al infinito. La clase empezó, pero Ari no tenía la mente
para volúmenes aquel día, levaban así más de tres semanas y no aguantaba más.
Tati no iba a clase, Paula no le hablaba y al intentar ir a visitar a Marta no
le dejaban pasar del hall. ¿Pero, qué
pasa?
Salió de la clase sin dar
explicaciones bajo la triste mirada de Paula, quería hablarle, pero no podía
sabiendo lo que sabía, seguía preguntándose por qué le importaría aquello, qué
le impedía acercarse a una de sus mejores amigas y simplemente pedirle
explicaciones. Tampoco ella aguantaba aquella situación, sabía que Tati no iba
a clase por su culpa, y Ari estaba perdiéndose la mitad de las clases. Quería
gritar, salir corriendo a por su amiga e intentar que las cosas volvieran a ser
como antes, volver al pasado tan solo tres semanas…
Solo una cosa buena había pasado
desde aquel fatídico día, la profesora de arte estaba colaborando en un
proyecto con los grandes museos y sus clases se habían trasladado allí para
ayudarle a reorganizar cuadros mientras ella y algunos de los alumnos más destacados
restauraban “El aullido”, un cuadro encontrado en una antigua tumba de finales
del siglo III aC. Pero por supuesto, entre estos privilegiados se encontraban
Miguel, el chico más listo de la escuela incluyendo a los profesores; Carol, la
típica artista que se lleva bien con todo el mundo; y… Tati, la mejor artista
que ha conocido España. Paula era buena, así que la profesora le había ofrecido
el puesto de Tati alegando que es lo que ella hubiera querido, y que realmente
necesitaba a los tres mejores de la clase como ayudantes, pero Paula se negaba
a ocupar ese puesto, Tati era mil veces mejor de lo que ella sería nunca…
Por otra parte estaban los
ensayos de teatro, la falta de Tati se notaba el doble en aquel pequeño salón
de actos del que las tres amigas habían hecho su santuario por ser el lugar que
las unió en un primer momento. Pero no solo Paula y Ari echaban de menos a la “peque”
del grupo, Tati era la protagonista y la función se estrenaba en dos semanas. El
grupo quería reemplazar su personaje, pero Paula y Ari aseguraban que Tati se
sabía el papel a la perfección y que no se perdería el estreno por nada del
mundo.
-
Más nos
vale… Joder, peque, pensé que al menos a mi me lo contarías si te pasara algo,
no por nada soy la única que sabe tu secreto… - pensaba la rubia.
…
En casa de Paula hace unas tres semanas
Paula estaba muy emocionada por
su reencuentro con su mejor amiga, no quería compartir aquella emoción con
nadie, ya que no podría explicar lo que sentía, la había echado mucho de menos,
tenía ganas de abrazarla, de contarle todo lo que estaba pasando en la escuela,
representarle la obra, por supuesto darle su invitación a la misma…
Le había dicho a su madre que le
dejara la casa libre aquel día para poder organizar una “Velada P” que consistía básicamente en pizza, peli, palomitas,
paseo y pintura. Era la velada favorita de Marta, ya que ella misma la había
inventado para amenizar sus numerosas tardes de soledad. Para esta VP, Paula había elegido “Harry Potter”
sabía que era la saga favorita de su amiga, y ambas habían visto las películas
mil veces, así que dejaría que Marta decidiera cual de las siete ver aquella
noche.
Su madre entró en la habitación
tras dos toques en la puerta. Se encontró a su hija en mitad de la habitación
mirando al infinito mientras sostenía una camiseta negra en cada mano.
- ¿Tan diferentes son que no puedes decidirte?
Creí que eran todas negras para no tener que preocuparte por eso.
-
eh? No, mamá, son distintas, hay factores…
-
Jajaja Sí, se me olvidaba, los tonos del negro y
bla bla bla. ¿En qué pensabas?
-
¿A qué te refieres?
-
pues a que te conozco, hija, y sé que cuando
pones esa cara de empanada es porque algo te ronda la cabeza y tus dos neuronas
debaten entre sí durante un buen rato…
-
Te has levantado graciosa hoy, eh?
-
Venga, cuéntaselo a tu madre, ¿es por algún
chico?
-
Mamá! siempre con lo mismo
-
Conservo la esperanza de que seas la típica adolescente.
-
Pues ve rechazándola, porque bien sabes que no
lo soy, pensaba en Marta.
-
Qué raro! jeje ¿Lo tienes ya todo listo para
vuestra VP?
-
Casi todo – miró a su madre
-
Tranquila, que ya me voy, no me mires así, solo
venía a despedirme…
-
Gracias mami, ya sabes que a una VP normal te
dejaría unirte como otras veces, pero…
-
lo sé, lo sé, es el reencuentro y tenéis mucho
de lo que hablar. Pasarlo bien, cariño.
Besó a su hija, se despidió y
salió de casa con una sonrisa en los labios. Paula también sonreía al imaginar
la cara de Marta al ver la VP sorpresa.
…
Mientras tanto, en casa de Marta
¿Por qué no ha dicho nada? ¿Tan poco le emociona quedar con su mejor
amiga que no se lo cuenta a nadie? ¿o quizá se ha olvidado? ¿Es posible que no
venga y me quede aquí esperando como una imbécil?... ¿Por qué tengo que ponerme
siempre en lo peor? Igual no nos lo ha dicho porque se supone que ninguna de
nosotras la conocemos, además sería como decir “me caéis bien, pero no se puede
comparar con mi mejor amiga, aunque no he hablado con ella desde hace semanas…”
Joder, no sé que es peor de las dos… En fin, lo mejor será no pensar en estas
cosas. Marta, tienes que dejar de hablar sola, el día menos pensado te veo
manteniendo un diálogo frente al espejo con tu amiga “Tati” jejeje.
Sonó el teléfono y a Marta le
gratificó escuchar a Ari al otro lado de la línea. Por supuesto Ari sabía del
encuentro entre Marta y Paula de aquella tarde, y sabía que su amiga estaría
dándole vueltas a la cabeza echándose la culpa una vez más por esconder aquel
secreto.
-
No estás haciendo nada malo
-
Un saludo genial, Ari – contestó la voz cansada
de Marta – pero no es tan sencillo, porque la única culpable de este lío de
personalidades es una misma.
-
jaja me encanta ese “auto-compadecimiento” tan
tuyo. Es tu amiga, deja de rallarte con “¿qué tengo que decirle? ¿Cómo actuar?
¿cómo reaccionar ante los cotilleos que ya te sabes?...”
-
me conoces demasiado bien
-
lo sé, y eso que no he mencionado esas que
seguro que te has hecho de “¿por qué no ha mencionado que ha quedado conmigo?”
- vale, ya has dejado claro que puedes leerme la
mente, ahora ¿se te ocurre alguna de tus geniales frases para quitarme este
sentimiento de culpa?
-
¿Quieres que me pase por tu casa? Seguro que así
te sientes más tranquila
-
No puedo resistirme a ese tono de conciliadora
que pones cuando sabes que llevas razón… ¿no te importa pasarte un rato?
-
Claro que no, ¿a qué hora has quedado con Pau?
porque como me vea allí va a flipar en colores.
-
Tranquila, quedan dos horas.
-
Pues ahora te veo.
-
Gracias, rubia! ¿qué haría yo sin ti?
-
Te volverías loca, pero es normal, demasiada
inteligencia en una cabeza tan pequeña.
-
será eso..
…
Así que recreaba aquella tarde en
la memoria de Marta, quien aún permanecía en la cama, a pesar de ser ya las
2:30 del mediodía. ¿Podría cambiar algún día lo que pasó? ¿Había
algo que hubiera podido hacer diferente aquella tarde para no estar ahora como
estaba?
-
Supongo que no – se auto contestó en voz alta
Volvió a meter la cabeza entre
las sábanas, cerró los ojos y trató de dormirse de nuevo para no tener que
pensar en lo mal que había llevado la situación.
Con lo bien que estábamos Paula y yo solas, ¿quién me mandaría a mi
sacarme de la manga toda una vida falsa? Está claro, soy idiota.