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Marta había tenido que salir de casa
debido al regreso de su madre, a quien no podría explicar por qué no estaba
yendo a la escuela para quedarse en la cama todo el día. Así que se había
puesto el traje de Tati y se dirigía al colegio. Por el camino iba pensando, “Al menos mi madre no ha cambiado tanto como
para acompañarme a la puerta y he podido ponerme el disfraz, aunque no sé si ha
sido buena idea, pero ¿qué iba a hacer? ¿Presentarme como Marta a mitad de
curso? Vale, a nadie le importaría, pero no creo que nadie lo entendiera…” Se
planteaba pasar de la escuela y dedicarse a deambular por la calle toda la
mañana para no encontrarse con nadie que la conociera. Pasó por la puerta, miró
el cartel de la entrada “Pasa y se tu
misma” sabía que Paula había puesto ese cartel cuando Marta había decidido
irse, el primer día se había alegrado y era lo que le daba ánimos todos los
días para afrontar la escuela, pero ahora… Lo que le recordaba era la cara de
Paula hace tres semanas. ¿me perdonará
algún día?
No pudo hacerlo, siguió andando por la
acera como si nunca hubiese sido aquel su destino. El primer día de clase había
descubierto una sala apartada en la que no entraba nunca nadie a menos de 10
minutos del edificio principal. Allí se había escondido los primeros días y
allí se habían reunido Ari y ella cuando necesitaban hablar.
Al entrar por la puerta le vinieron a
la mente demasiados recuerdos, se arrodilló en el suelo al fallarle las
piernas. Esa sala guardaba demasiadas veladas, demasiadas sensaciones… Era el
único lugar donde había sido realmente ella, donde había hablado sin esconder
nada y había disfrutado de cada momento sin miedo a nada.
-
Pero no es por el lugar – pensó en voz alta
-
No, pero ayuda, ¿verdad? Es un lugar especial…
Ari estaba en la puerta, sin entrar
todavía, esperando el permiso de Marta para hablar, mirándola con la mejor
sonrisa que tenía y toda la dulzura de la que era capaz. En vista de que Marta
se había quedado quieta, aún de espaldas a ella y sin articular palabra,
decidió volver a hablar ella. Se acercó por la espalda, abrazándola por la
cintura con todo el cariño que ambas sabían que le profesaba. Entonces susurró
a su oído..
-
…Y no es el único.
Solo entonces pareció reaccionar
Marta, aunque siguió en la misma postura, sí había relajado la musculatura.
-
¿No me odias?
La pregunta cogió a Ari por sorpresa,
era imposible que Marta pensara aquello. ¿Cómo
podría odiarla? Era una persona espectacular, perfecta en todos los sentidos y
extremadamente sensible…
-
No, claro que no te odio ¿por qué habría de
hacerlo?
-
Sé que Paula no te habla, te has perdido un
montón de clases… Y estoy segura de que habéis tenido que encubrirme en teatro…
-
Mírame – Marta se giró sin soltarse del abrazo
y la miró a los ojos – Lo que pasó en tu casa… no es nada malo, Paula tenía que
saberlo tarde o temprano, lo que le ha molestado es que yo lo supiera antes, pero
si nos dejara explicárselo… entraría en razón.
-
Pero no nos va a dejar, y tú lo sabes. Me odia
-
No, no te odia, nadie podría odiarte, lo que
pasa es…
-
¿qué, qué es lo que pasa? ¿por qué te callas?
Ari no contestó, simplemente se giró
hacia la puerta llevando a Marta consigo. Paula no tardó en aparecer.
-
¿Molesto?
-
No, Pau, claro que no
- Sé que este es vuestro sitio, pero he visto a
Tat…(suspiró) a Marta, en la entrada y no he podido resistirme a… bueno, pensé
que te habrías ido ya, pensaba dejarte una nota – señaló la nota que llevaba en
la mano derecha.
Marta quiso responder, pero no sabía
qué decir, quería abrazarla, que todo volviera a ser como antes… En su lugar, fue
Paula quien siguió hablando tras darle la nota.
-
Bueno, cuando puedas la lees, yo me voy, no os
molesto…
-
Pau, creo que te estás haciendo una idea
equivocada - Ari
- ¿No estáis juntas? Porque es la única razón
que encuentro para que compartáis ese secreto, este lugar, que estuvieras en
casa…
La voz de Paula sonaba demasiado
débil, no estaba enfadada, ni molesta… sino ¿celosa? ¿Era porque estaban
abrazadas? No era la primera vez, eran amigas… sólo amigas.
-
Paula, no te lo conté porque…
- Marta, de verdad que no hace falta que me des
explicaciones, solo quería que… que volvierais a clase, te necesitamos para restaurar
“El aullido”
-
Es que te estás equivocando, Pau. Entre Marta
y yo no hay más que entre vosotras.
-
Eso no me tranquiliza, porque sé lo que
sientes por ella, o al menos lo que sentías por Tati, me lo contaste
¿recuerdas?
-
Sí, me acuerdo, y ella lo sabe, pero ha dejado
muy claro que somos amigas, eso no ha cambiado.
-
Entonces ¿Por qué contarte a ti la verdad y a mí
no?
-
Porque la seguí a casa y lo descubrí, ya era
tarde para contártelo sin más y.. se nos fue de las manos, eso es todo.
-
¿No tienes nada que añadir, Marta, Tati o quién
seas?
- Sí, -
tomó aire – Me llamo Marta Vovarní, nunca he tenido amigos en clase, pero
mentiría al decir que el único recuerdo bonito de mi vida hasta hoy hayan sido
los meses que he pasado siendo Tati. La verdad es que mi vida empezó a mejorar
cuando te vi por primera vez, al principio porque era un misterio que resolver,
una misión en la vida. Después porque eres la primera a la que he podido
contarle lo que me ocurría y compartir batallas… Pero sí, la cagué, creé un
personaje para huir de las cosas malas de mi vida y en el camino olvidé el daño
que causaría con ello a la única persona que tenía cerca. LO SIENTO. Lo he
llevado lo mejor que he podido, creí que sería como en las películas, que podría
coger lo mejor de las dos vidas, pero la realidad nunca es como en las
películas, debí haberlo sabido…
-
Hasta ahí lo entiendo, y hasta entiendo que no
me lo contaras, pero lo que no llego a comprender es por qué a ella sí y a mí
no. Quiero decir, una vez que lo sabía una, podríais habérmelo contado. ¿no?
-
Deberíamos – Ari
-
No me atrevía
-
¿por qué?
-
Porque sabía que Ari no me juzgaría
-
¿Y crees que Pau sí?
- No te lo tomes a mal, pero a ti te gustaba, me
habrías perdonado casi cualquier cosa, además, me conociste directamente como
Tati, no tenías mucho que perdonar, ella sí.
Marta giraba la cara alternando entre
una y otra, pero esta vez se había preocupado de no mirar a Paula en ningún
momento, le dolía lo que estaba diciendo, no estaba segura de si tenía siquiera
sentido. Pero el hilillo de voz de Paula, sacó a las tres de aquel estado de
dolor y amarga tristeza, para pasar al asombro.
-
¿Y si yo te dijera que me gustas? – hilillo de
voz de Paula
-
Eso cambiaría las cosas… me convertiría en un monstruo
aún peor de lo que soy ahora.
- No, si le correspondes… -Ari miro fijamente a
Marta – Hace tiempo me dijiste que creías estar sintiendo algo por una chica…
¿Era ella?
Marta se limitó a asentir débilmente,
manteniendo la cabeza baja para no ver las miradas ni las reacciones de sus
amigas. Es por ello que le pilló totalmente por sorpresa el beso que Paula le
robó de los labios.
…
Y de momento hasta aquí la historia de
Mi otro yo, si surgen nuevas aventuras, haré una segunda parte…
Espero que os haya gustado, seguiré
con el blog, pero con otras historias que vayan surgiendo…
Pasad un muy buen día =)
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: