sábado, 15 de febrero de 2014

Nueva Historia -> La mente lo sabe - Introducción



LA MENTE LO SABE
Una niña pequeña puede crecer, un árbol dar fruto, un animal morir, pero todos tienen una historia que contar, una vida (corta o larga) que narrar antes de viajar a otro mundo. Mónica contará su historia y nos introducirá al mundo de la belleza, a la destreza total de lo natural y a los secretos de la mente. Bajo la mirada y la protección de Shrilka, Mónica luchará por un motivo justo: volver a casa.

Su cobriza melena ondeaba al viento al alzarse a volar, el brillo de sus ojos refulgía en la noche y sobresalía en la oscuridad tanto como las mil escamas que cubrían el cuerpo de su montura. Mónica se aferró con fuerza a las gemas puntiagudas sobre las que se sentaba y observó el bello paisaje que la rodeaba; los árboles nacían de las orillas de aquel espejo infinito que cubría la senda, los animales convivían pacíficamente en sus grutas y recodos, la paz del claro se unía a Mónica abanicando su deseo de libertad. Nada rompía el solemne silencio salvo el repique de una cascada lejana. Aquello era el paraíso, gobernando majestuosamente por Shrilka, siempre acompañado de Mónica en sus aventuras.


Hacía meses que Mónica soñaba con aquel idílico escenario, al margen del finito abanico de posibilidades que les brinda la vida a las chicas de su edad. No eran pocos los que la creían loca por creer en dragones, ella misma dudaba de la veracidad de sus sueños, pero tenía clara una cosa: nunca en la vida había sentido tan intensamente, nunca había percibido cada mínimo detalle, nunca se había atrevido a soñar hasta que Shrilka había aparecido de la nada para darle fuerza, valor y coraje, para defenderla desde donde quiera que estuviese. Ella no había soñado con un animal mitológico, había conectado su mente a la de otra criatura, una que compartía con ella el don de la soledad.

La primera noche en la que soñó, la noche en que se conocieron, tenía Mónica 2 años y vivía en la cuadra de una granja abandonada, sin nombre, sin cuidados y a merced del tiempo, no hay otra explicación posible a su supervivencia, que la presencia de un aliado, de un protector. Protector que se presentó en su mente diciéndole qué hacer en cada momento, llevándola a ver mundo con los ojos ajenos y enseñándola los conocimientos más básicos de la vida. Así, mediante esa unión mental, había adquirido los conocimientos de caza, de pintura, de herbología,  de lucha e incluso de gramática.

Con estos conocimientos, llegada la edad, se había presentado a la escuela más cercana pidiendo estudios y alojamiento, razón por la cual, Shrilka había sido el encargado de elegir un nombre apropiado para la pequeña, y poder así inscribirse como Mónica Sortleen.


“No ha sido un camino fácil, el lugar donde nací no era el paraíso, no me criaron entre abrazos y cuentos de buenas noches, no tuve juguetes y aprendí a cazar y a robar para ganarme la vida a la tierna edad de 5 años. No me enorgullece mi pasado, pero no me arrepiento, todo lo que he hecho en la vida era necesario y me ha llevado a donde estoy ahora. Así que, Mónica, vamos a por tu nueva vida.” Estas palabras se repetían en su cabeza cada mañana, cuando tenía que enfrentarse a mil ojos incriminatorios, expectantes, mil ojos deseosos de hundirla en el más profundo abismo de la soledad. “Pero hay algo que ninguno de esos mil ojos sabe, nunca estoy sola”

La escuela no era demasiado grande; una escuela de pueblo, que se veía obligada a juntar a los alumnos en tan solo tres clases de edades entremezcladas. Mónica estaba en el segundo grupo, los “junior”, donde le enseñaban conocimientos básicos de matemáticas y geografía y les mandaban escribir alguna redacción.

El edificio estaba decrépito, la pintura hacía años que se había visto sometida a la fuerza de los elementos, las pizarras parecían ser un delicioso festín para los ratones, las sillas cojeaban… Pero lo fundamental estaba en pie; la selección de profesores era exquisita, todos ellos transmitían a sus alumnos la ilusión por su trabajo y la variedad de conocimientos que el tiempo les había dado.

Mónica se había criado ella sola, así que no perdía el tiempo, atendía en clase, se esforzaba y absorbía los conocimientos que estaba segura le serían de utilidad en el futuro. Ni los chicos ni las burlas se interpondrían en su destino, porque ya le había vencido suficientes veces como para saber escribirlo.

“Mi destino era morir sola y abandonada al poco de nacer, quizás después debí haber muerto torturada o encarcelada por robar la comida, o tal vez en uno de los duros entrenamientos de cada día. He sobrevivido a la temida Muerte, he superado al dios Destino, ningún adolescente resentido va a poder conmigo con bromas de instituto”

Disfrutaba cada segundo que pasaba en la escuela, apuraba las milésimas en hacer lo máximo posible, sacaba provecho de cada detalle y todo tenía un significado oculto. Eran las mejores 6 horas del día, si por ella fuese, iría también los fines de semana…

Por las tardes entrenaba, corría, trepaba, memorizaba las enseñanzas del día y , finalmente, descansaba bajo el árbol de arroyo acunada por los cantares de los pájaros, los silbidos de las hojas a merced del viento, la vitalidad de los niños jugando… Cuando vio aquel sitio por primera vez, le pareció sombrío, oscuro, muerto; pero desde que Shrilka le había enseñado a expandir sus sentidos, y estos le habían guiado hasta el pequeño parque, Mónica había hecho de la hierba su lecho y del viento su refugio. En otras palabras, había asentado allí su guarida, con nada más que una mochila remendada y unas ramas que había atado cuidadosamente para retener las lluvias y el gélido frío de la noche.

Sus meditaciones en aquel lugar siempre estaban acompañadas de esos “sueños” con Shrilka “Mi mundo, el de verdad”. Aquellas experiencias no podían describirse con palabras, la sensación de sobrevolar las nubes, de ver caer la lluvia sin mojarse, de saborear el viento… Shrilka le había enseñado la libertad, y sabía que era allí donde pertenecía, sólo faltaba emprender el viaje. “Algún día Shrilka y yo nos conoceremos en el plano físico, entonces empezará la aventura y volveré a casa”

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