De ti aprendí a apreciarme
Cierro
los ojos,
y
aún te recuerdo.
Cuando
eras tú
el
rey de mis sueños,
mi
ángel guardián,
mi
amor, mi amuleto.
Pero
ahora, de pronto,
tú
eres el dueño
de
esta alma cansada
que
hace de tu perro.
Llegas
a casa,
me
dices te quiero,
preparo
la cena,
te
quejas del tiempo.
Y
si digo algo,
un
golpe me llevo;
y
es otro morado,
que
invade mi cuerpo.
Quiero
decir basta
pero
no puedo.
Me
meto en la cama
y
noto tu aliento,
y
aunque yo no quiera,
me
obligas a hacerlo,
ya
hasta me haces daño
pero
no me quejo;
al
menos después
te
dejo durmiendo.
Ya
entrada la noche,
me
imagino huyendo,
pero
algo ha cambiado,
esta
vez es cierto.
Me
voy de tu casa,
me
voy de tu encierro,
y
empiezo una vida
como
me merezco.
Ya
no hay malas caras
ni
absurdos celos.
Aquí
nadie me insulta
y
me muestran aprecio.
Ahora
tengo amigos,
por
dios, ¿qué más quiero?
Vuelvo
a ser feliz,
ya
no tengo miedo.
Porque,
de lo nuestro,
saqué
valor y respeto.
Pequeña poesía sobre un tema demasiado presente en nuestra sociedad. ¡Di no al maltrato y a la violencia de género!
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: