No sé aun cómo lo hace la Tierra
para girar a la velocidad exacta
en la que tu último recuerdo
queda como el mejor que tengo.
Cómo convenciste a las estrellas
para que susurraran tu nombre
en el último momento.
Aun cuando ya había decidido
que no tiene razón ni sentido,
cuando al fin me había armado de valor y me había autoconvencido
de que no quiero estar contigo.
No me entra en la cabeza
cómo consigues todavía
hacer que me tiemblen las piernas
cuando llega la hora de despedirnos.
Cómo no importa las veces que choquen
o los pedazos en los que se rompan,
o el frío hielo en el que tratemos de encerrarlos…
Cómo tu corazón y el mío
jamás se han llegado a hacer daño.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: