que llegaba siempre con lluvia
y se ocultaba del sol
entre las hojas caídas de los árboles.
Ella era pálida,
de cabellos canos y mirada profunda.
Era tristeza en estado puro
y energía concentrada.
Ella era de noches sin luna;
se sumergía en los charcos
tratando de perderse
y se adentraba en los bosques
para poder encontrarse.
Ella era mi tormenta de verano,
en otoño, invierno y primavera.
Vestía con ponchos de lana negra
y pantalón de pana claro.
Ella era las sorpresas de la vida,
mi sonrisa más sincera;
era fría y apagada,
como mi más tierna pesadilla.
Ella
vivía encerrada en mi espejo
dónde sólo yo la veía.

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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: