Volver a levantarte sin ganas,
porque suena esa alarma
que ya no sabes
ni por qué pusiste.
Era mejor
permanecer desnuda en la cama
que enfrentarse a un mundo
donde el frío parece no notarse
entre tanta capa:
la primera,
la máscara que cubre
una auténtica emoción de soledad,
de añoranza, de pena…
(porque en este mundo
no gustan las chicas tristes,
“girls just wanna have fun”);
la segunda,
la que cubre
lo que sea que quede en el pecho,
en un intento desesperado
de que alguien
luche por reconstruir el puzzle;
una más por encima,
para que no se vean las cicatrices
(las chicas buenas no tienen heridas,
su piel es suave y reluciente,
como la porcelana);
alguna más,
de relleno,
para cuando nos pregunten
cómo estamos,
qué hicimos
o cuál es nuestra historia…
Sólo alguien realmente cálido,
lo suficientemente paciente
para esperar
mientras te vas quitando las capas
una a una…
Sólo alguien
a quien realmente le importe
la figura viva que forman las piezas…
Sólo ese alguien
cambiaría la alarma por un abrazo
(o una caricia en la espalda)
y haría que salir a la calle
no fuese,
tan sólo,
embutirse en un vestido pesado
donde ni el espejo te reconoce.
Y volver a levantarte con ganas,
como de niña,
cuando había mil aventuras secretas por delante
y a nadie le importaba la apariencia,
cuando el escondite
era sólo un juego
y el trabajo en grupo
lo que salvaba la vida de todos.
Por las historias que rondan tu mente. Por las ganas de cambiar el mundo. Por las rimas. Por la música. Por el arte... El primer puercoespín enamorado de las letras comparte sus cuadernos de poesía. Cuidado, puede ser muy dulce o utilizar sus púas.
domingo, 30 de octubre de 2016
Escondite
Etiquetas:
???,
inspiración,
poesía,
poesía social,
reflexión
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: