Lo siento,
maestra,
te
equivocaste…
A día de
hoy,
ni dos más
dos son cuatro,
ni tres por
dos son seis.
Han pasado
los años
y tus reglas
ya no miden
lo mismo que
las mías.
Han pasado
los meses
y tus temas
ya no pesan
más que mis
pesadillas.
Nuestros
valores cambiaron,
y ya no sueño con tocar el cielo.
Te equivocaste,
las estrellas sí sonríen de día
y, a veces, incluso te cantan sus hechizos.
y ya no sueño con tocar el cielo.
Te equivocaste,
las estrellas sí sonríen de día
y, a veces, incluso te cantan sus hechizos.
Pero
maestra, no te confundas,
por mucho
que haya crecido,
sigo
teniendo
muchas dudas
que preguntarte…
Dime,
si tres por
dos son seis,
¿por qué
cada dos por tres
es ella?
Si el orden
de los factores
no altera el
producto,
¿por qué sus
brazos,
enroscándose
en mi espalda,
me deshacen
inmóvil
como nunca
han hecho
los nudos de los míos?
los nudos de los míos?
Maestra,
explícame de
nuevo
aquello de
que
todos los
problemas tienen solución.
O que los malos
son los peores
y los buenos
siempre ganan…
Lo siento,
maestra,
no fui la alumna
perfecta.
Pero aprendí
lo más importante:
Los sueños,
a veces,
se hacen
realidad…
El mío
vive a cincuenta
kilómetros
y pinta las
miradas de futuro.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: