Te he escrito desde el alma tantas veces,
que me he aprendido de memoria
tus cicatrices más secretas,
porque es mi cuerpo quien las guarda.
He contado tu historia con cariño
y la nuestra entre mil mares,
como el último recuerdo que dejaste,
perdida en los pétalos que arrancamos.
Guardo todavía el único regalo que no llegué a darte
con el mismo mimo que una madre
abraza al bebé recién nacido,
aun estando aún envuelto en sangre.
He bañado en sal cada herida que llevaba tu nombre,
pues no quiero que sane, se cierre
y te marches.
No te gustaron nunca los finales,
ni las despedidas,
ni los recuerdos fugaces...
Jamás cerraste una puerta al marcharte,
te gustaba dejar las luces prendidas;
"para descubrir nuevas sombras
y hacer las paces con los rincones".
Y así mismo abandonaste el cuento,
dejando la página en blanco,
con el final abierto
más cruel
de la historia.
Por las historias que rondan tu mente. Por las ganas de cambiar el mundo. Por las rimas. Por la música. Por el arte... El primer puercoespín enamorado de las letras comparte sus cuadernos de poesía. Cuidado, puede ser muy dulce o utilizar sus púas.
martes, 13 de noviembre de 2018
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: