y el mar perdió la poesía.
Dejaron de rimar momentos con despedidas
y la sal se tiñó seca de caricias.
Dejaron de jugar en los charcos
y la lluvia perdió su fuerza.
Nos olvidamos del habla
y silenciaron los parques y los columpios.
El futuro culpó al pasado
el tiempo se enredó en excusas
en los relojes se hicieron añicos las horas...
Un viejo visionario se acercó a la barra,
alzó el bastón blanquecino sobre sus gafas negras
arrancó el tocadiscos de la entrada
y volvió a sonar la música.
Las playas estallaron en versos,
el mar trajo oleadas de vida,
la lluvia bailó junto al fuego
y el ciego reconoció al momento
el sonido de la vida,
con todos los colores de su magia.
Foto de Iván Erre Jota |
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: