miércoles, 9 de octubre de 2019

Sencillo

Me gustaba sonreír sobre tus ojeras cansadas. Acariciar aquella cicatriz tallada en tu clavícula el día que al fin te perdonaste. Solía revolverte el pelo justo cuando salías empapada de la ducha, diciendo que se te empezaban a notar los años. Teníamos manías increíbles que nadie entendería; nos pasábamos horas en silencio, hablando sin que el mundo lo supiera. 

Te gustaba hacerme cosquillas en cuanto entraba por la puerta. Abrazarme por la espalda si lograbas atrapar mis manos junto al pecho y dejar caer tu peso en el hueco de mi cuello. Solías hacerme bailar en tu salón, cuando decía que no estaba hecha para la música. Teníamos manías inigualables, de esas que quizá nadie entendiera; nos quitábamos de los labios los defectos ajenos, limpiando la mirada ante el espejo. 

Hicimos un pacto sencillo, estaríamos siempre que el frío nos llamase, para acariciar los miedos y repararnos las alas si no llegábamos solas a cada articulación dolorida.

Nos prometimos el cielo a nuestro ritmo, sin presiones, compartiendo los senderos que cruzaban nuestros caminos. 

Entendimos que el amor era una aventura constantemente en movimiento, y así latimos junto ella cuerpo a cuerpo.  


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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo:

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