De tu interior, la vitalidad.
De tu sueño, la valentía.
De tu imagen, el instante.
De tu cercanía, el calor.
De tu mente, cada rincón.
De tu voz, el mensaje.
De tu palabra, la complicidad.
Y así,
de mi vida, ese trocito contigo.
Valorar a las personas que te acompañan en la ruta, va más allá de la belleza.
No es que la belleza esté en el interior, es que la belleza no nos define.
Un árbol es, está, da oxígeno y es hogar, da fruto, da sombra... No piensa en su estética, crece y crea.
¿Aprenderemos algo o nos seguimos talando?
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: