Te dejo
un "te quiero" en la taquilla del colegio,
mi perfume embotellado ante el espejo,
un susurro en carne viva
y un consejo:
no me creas grito en los bostezos.
No idealices los andares que te debo,
las historias que nos dejamos entre versos,
el concierto que vivimos juntas en secreto...
Cuando el tiempo al fin se agote,
recuerda que no fue cosa de un rebote,
ni un impulso,
que me obligué a dejarte pese al miedo
y nos dolió durante años sin quererlo.
Yo no buscaba hacerte daño,
y tú luchaste por cuidarme
pero o no era el momento o las dos
llegamos tarde.
Tú no pudiste despedirte
a mí me la jugó aquel mal genio,
y quedó libre sin saber bien qué hacer ahora.
Te dejo,
en la lámpara sin limpiar,
dos caricias de regalo para emergencias,
un vestido disfrazado de tormenta,
una vela fría para quemar pesadillas
y el hueco vacío de mis recuerdos.
Cuando esté listo el nuevo cuento,
amiga mía,
nos vemos al comienzo.
Allí donde dejamos
las risas y los abrazos eternos,
los juegos cómplices antes de romper las reglas,
la amistad que no perdimos...
Porque aquel día
no dejamos de querernos
ni, por supuesto,
de apoyarnos en los sueños.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: