Mañanas borradas ante una pantalla,
mil horas de sueño acumuladas entre trabajos
y un reloj de arena envuelto en cenizas.
Estudiar de pequeños era otra cosa,
jugar era nuestro día a día
y reír, la mejor de las tareas.
Nos lavaron la mente.
Nos hicieron creer, que crecer era esto:
invertir el tiempo en perder los momentos de alegría.
Apagaron las llamas de nuestro fuego interno,
cortaron las alas de nuestros dragones,
encadenaron a nuestros amigos invisibles
tan sólo, porque ellos no podían verlos.
Se quedaron con la magia y nos vendaron la ilusión,
apagaron nuestro brillo como quien sopla las velas
y de regalo, moldearon nuestra felicidad,
para hacernos como ellos,
para caber en sus moldes...
Pero que nadie os engañe, niños perdidos,
sacaremos sus espinas de nuestro cerebro en la primera limpieza,
aislaremos los sueños de su oscuridad contable
y llenaremos de segundos los bolsillos
de nuestro gran traje rasgado.
Recuperaremos los parques y liberaremos las cadenas,
volverán a bailar en nuestras manos los peluches
y, tal vez entonces, comprendamos
que las alas no pueden cortarse así de fácil;
queridos hombres grises, bajo la corbata tenéis vuestra fuerza,
quitaros el polvo de ese traje,
dejad de culpar al tiempo...
Yo os concedo
la vida libre.
Por las historias que rondan tu mente. Por las ganas de cambiar el mundo. Por las rimas. Por la música. Por el arte... El primer puercoespín enamorado de las letras comparte sus cuadernos de poesía. Cuidado, puede ser muy dulce o utilizar sus púas.
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