Me quedé mirándote embobada;
tu pelo revuelto, el rímel corrido, la mirada cansada…
Luchabas con tu sueño sin ánimo de ganar,
y yo con las ganas locas de abrazarte que recorrían mis entrañas.
Y quise acercarme a tu boca,
de secreto,
sin que nadie perturbara tu sueño.
Quise acariciar tus mejillas por última vez,
y quitarte ese mechón que siempre cae sobre tu ojo derecho.
Arroparte en mis brazos invisibles y acunarte suavemente,
que mi espíritu, alma o lo que sea,
te acompañara esta fría noche para decirte lo que siento.
Que no hicieran falta palabras
y que las emociones fuesen el único argumento.
Al poder contemplarte una vez más,
allí durmiendo,
mi mano se movió sola hacia tu rostro
y fue una lucha encarnizada detenerla.
Te acaricié con la mirada, mientras pude, y deseé que no me vieran
Sé la cara de boba con que debí mirarte,
esa que imagino ya haya sido captada por tus amigas
y de la que supongo os estéis riendo en este momento.
Se me saltaron las lágrimas al comprender que no podría hacerlo,
que el abrazo, que mil noches te doy en sueños, no será real
y que mi voz, no suena mía cuando es a ti a quien dirijo mis palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: