domingo, 28 de junio de 2015

Ni una absurda estrella



Salí de mi casa a las tantas de la noche en busca de aquel rincón en que solíamos ver las estrellas. Me arrepentí en el momento exacto en que mi pie descalzo rozó el frío de la acera, pues con la emoción me había olvidado de cambiarme de ropa y aún seguía con el viejo pijama de algodón azul… Pese a ello, no paré; pues si volvía a casa, si regresaba, si daba la vuelta en ese instante… no volvería a salir, perdería la voz que había de guiarme hasta tu paradero.

Llegué al parque, rodeé el columpio, salté un par de charcos y, detrás de unos frondosos árboles de hoja perenne, encontré el lugar que solíamos ocupar, el que solías ocupar… nuestro mirador de estrellas. Si me fijaba bien, aún podía ver la diferencia en la hierba; ligeramente más compacta por la cantidad de horas soportando el peso de nuestros cuerpos…

Si miraba hacia arriba, si simplemente levantaba un poco la cabeza, vería el hueco entre los árboles y, a través de él, el cielo estrellado de verano. Pero no levanté la vista, al contrario, me quedé mirando al suelo, imaginándote allí, recordándote allí donde te había visto la última vez…

Creo que lloré, aunque quizás fuese cosa del rocío, pues no sabía ni qué hora era ni cuánto tiempo llevaba allí.

Quise destrozarlo. Había querido destrozarlo tantas veces… y nunca había sido capaz. Pero ¿de qué servía? ¿Para qué valía ahora un mirador secreto si nadie iba allí a ver las estrellas? ¿Para qué quería conservar aquello ahora que la única estrella que me importaba ya no brillaba? ¿Para qué seguía yendo a “verte”?...

El cansancio, la tristeza, la falta de respuestas o, quizás, la culpa quisieron que me quedase dormida en aquel hueco entre los árboles.

Me despertó un sueño extraño al poco de dormirme y, al fin, vi aquel maravilloso cielo. Era increíble, realmente mágico. Cada estrella parecía un diamante colocado cuidadosamente para que yo lo viera, cada claroscuro, cada sombra y cada fina nube… Todo parecía estar preparado para crear esa imagen, ese cuadro perfecto, esa obra de arte…

El recuerdo del sueño que me había despertado me vino a la cabeza. Y de pronto lo entendí todo; por qué había oído tu voz hasta llegar a nuestro mirador de estrellas, por qué no podía (ni podría nunca) destrozar aquel lugar, por qué me habías dicho en el sueño que tenía que volver a mirar las estrellas y dejar de culparlas…

Momentos antes, como excusa para no mirarlas, había decretado que no eran más que absurdas estrellas, ahora me daba cuenta de que… Ninguna estrella es absurda. Y esa sensación de que todo está colocado para formar un cuadro perfecto… no es del todo falsa, ni errónea… en absoluto; cada estrella del cielo está ahí para recordarnos que alguien que nos quiso y a quien quisimos (con locura y de la forma más cuerda) sigue aun apoyándonos, brillando un poco menos cada noche para que nosotros brillemos un poco más…
  

Comprendí entonces que las estrellas no se colocan siempre del mismo modo, que no hay un patrón fijo, que todas ellas buscan el lugar exacto cada día para brillar para nosotros cuando más las necesitamos; y que para eso se pintó ese cuatro estrellado al que, tan poéticamente, hemos bautizado “cielo”.

No, no hay ni una absurda estrella esta noche en el cielo, lo que hay son mil miradas decorando un cuadro que habla del cariño y del amor (en todos sus ámbitos y conceptos).

martes, 23 de junio de 2015

En el último momento




















No sé aun cómo lo hace la Tierra
para girar a la velocidad exacta
en la que tu último recuerdo
queda como el mejor que tengo.

Cómo convenciste a las estrellas
para que susurraran tu nombre
en el último momento.
Aun cuando ya había decidido
que no tiene razón ni sentido,
cuando al fin me había armado de valor y me había autoconvencido
de que no quiero estar contigo.

No me entra en la cabeza
cómo consigues todavía
hacer que me tiemblen las piernas
cuando llega la hora de despedirnos.

Cómo no importa las veces que choquen
o los pedazos en los que se rompan,
o el frío hielo en el que tratemos de encerrarlos…
Cómo tu corazón y el mío
                         jamás se han llegado a hacer daño.




domingo, 21 de junio de 2015

Mi gente humilde



Hoy me rodea gente humilde;
gente que se merece la luna,
el sol y cada estrella del cielo.
Gente que lucha y que no se rinde,
que sonríe y que ayuda a los demás
pese a tener el dolor clavado en el pecho…

Es gente valiente, dura, segura y fuerte,
es mi gente.

Personas que se levantan tras la caída,
y levantan al compañero consigo.
Personas que están ahí, que te apoyan,
que, si es necesario, lloran contigo…

Son mis estrellas, mis guías,
el motor que me empuja a seguir andando
y la mejor lección que me han dado en la vida… 



He conocido personas increíbles a lo largo de este año y de toda mi vida; personas que han luchado siempre por lo que creían justo, por lograr sus sueños, por mejorar el mundo... Todas ellas tienen un pasado y una historia que merece la pena escuchar, y todas ellas me han concedido el honor de escucharlas. 
Son personas que creen ser "normales" (sea lo que sea lo que eso signifique), pero que yo sé que son extraordinarias, que son fuertes, que son únicas y que se merecen todo lo bueno de este y de cualquier otro mundo. 
Por todas ellas, este insignificante poema, para intentar decir que aquí me tenéis y que es un honor teneros cerca, que me habéis enseñado a luchar y seguir adelante, a ser fuerte y a saber llorar cuando es necesario.
Gracias, gente, me alegra decir que se os quiere.

viernes, 19 de junio de 2015

La mente lo sabe - cap. 12



LA MENTE LO SABE
Una niña pequeña puede crecer, un árbol dar fruto, un animal morir, pero todos tienen una historia que contar, una vida (corta o larga) que narrar antes de viajar a otro mundo. Mónica contará su historia y nos introducirá al mundo de la belleza, a la destreza total de lo natural y a los secretos de la mente. Bajo la mirada y la protección de Shrilka, Mónica luchará por un motivo justo: volver a casa.



Capítulo 12 – ¿Hija? ¿Papá?

-         Kana, ¿qué significa el mensaje de Cerno?
-       Vaya, Sortlain, pensé que los dragones entendían el lenguaje de los dioses, ¿no se supone que sois nuestra fuente de unión con Ellos?
-       Muy graciosa, chamana, pero este no es el momento. Sabes de sobra que nuestro mundo hace tiempo que está sin el Kia necesario para poder comunicarnos con Ellos, si no, no sería necesario hacer ningún ritual para que esa muchacha con el rostro de mi hija hiciese su pregunta a Cerno.
-       Está bien, no te falta razón, dragón, me disculpo por la falta de tacto. El caso es que el mensaje de la Diosa me anima a ello.
-        Entonces, ¿podemos devolverla a su casa?
-         Sí… en teoría.
-         ¿Cuál es el problema?
-         Tu hija.
-         ¿Qué pasa con Monésh?
-         Mientras Mónica esté con nosotros, no podemos devolverla sin cerrar la puerta a tu hija. Al fin y al cabo, ambas habitan un mismo cuerpo, aunque en realidades diferentes.
-         ¿Realidades diferentes? – intervino Mónica – ¿A qué te refieres? ¿Quiere eso decir que si yo no vuelvo a casa, ella tampoco lo hará o que está ocupando mi lugar en alguna parte?

La chamana y el dragón se quedaron mirando a la chica, realmente parecía muy probable que mientras ella estuviera allí, Monésh vagara por los mundos sin poder volver a aquella realidad.

-       Kana, – dijo Shrilka preocupado – ¿puede esta joven tener razón? ¿Puede estar mi pequeña en peligro?
-    No estoy segura, si así fuera, habríamos podido verla en su realidad cuando intentamos contactar… Recuerdas el ritual, ¿no?

Callaron, pues ninguno sabía responder a la pregunta implícita de aquella situación “¿Qué vamos a hacer ahora?”


Toru se despertó del sueño bastante alterado, ante las sacudidas de la maestra del Kia.

-         ¿Qué ocurre, Sharick?
-         Tengo una idea, – miró a los lados para asegurarse de estar a solas – pero no quiero que se entere el grandullón hasta que no lo confirmemos.
-         Estoy de acuerdo, no estoy dispuesto a dar falsas esperanzas a un guerrero honorario, merece más respeto.
-         Bien, sal conmigo entonces, te lo contaré fuera.

Sharick habló de una historia que había oído de pequeña sobre los viajes interdimensionales.

-         Siempre había creído que eran meras historias de ficción hasta hace dos años, cuando vi a Mónica sin sus facciones de niña pequeña… ¿A caso no te resultan familiares?
-         Lo siento, maestra, pero no.
-         Claro, tú aun eras muy joven cuando aquello ocurrió. Te lo contaré en otra ocasión. El caso es que hace dos años que investigo la posibilidad de que haya más realidades distintas a las que conocemos.
-         ¿Más allá de Mundo Cierto y la realidad de Mónica?
-         Sí, al menos una más.

Sharick siguió exponiendo sus hallazgos y teorías, Toru no sabía si debía creerla, pero la maestra nunca había dado señales de locura; todo lo contrario, siempre se la había considerado una gran consejera.

-         Está bien, consultaré mis libros a ver qué dicen sobre el tema. Pero si es como tú dices y Mónica está luchando contra un espíritu de otra realidad… No estoy seguro de que pueda ganar, está débil y sin Kia tras la batalla.
 -         Lo sé, por eso quería hablarlo contigo antes que con él. De momento es mejor que siga velando a su compañera…
-         No creo que eso le siente muy bien tampoco.

Los dos se quedaron un rato fuera, disfrutando del frío de la nieve en sus caras. No es justo, no puede acabar así, se repetían ambos en voz baja.


-     Kana ha pedido que la disculpemos unos minutos mientras atiende sus asuntos personales y realiza sus meditaciones… Esto… ¿Hay algo que pueda hacer por ti? – Shrilka no se sentía nada cómodo hablando con Mónica; era idéntica a su hija, pero no era ella.
-         Está bien… me gustaría descansar un rato, la visita a Cerno me ha dejado bastante agotada.
-         Bien, te dejo descansar entonces.. esto.. Mónica.
-         Gracias, Shrika…
-      Es Shrilka – susurró el dragón saliendo ya de la habitación. – Monésh, espero que vuelvas pronto.

Kana, en su habitación, estaba histérica.

-     ¿Cómo es posible que una humana…? No es posible, los únicos que podemos viajar entre dimensiones somos nosotros, ¿quién se ha creído? ¿No será…? No, Toru no puede ser tan tonto…
-     Recuerde que Toru no sabe nada de esto, llegó allí siendo aún muy niño, seguramente se considere un simple curandero.
-         ¿Cómo osas hablar así de mi hermano?
-         Perdón, señora, sólo trataba de recordarle que aquel mundo es muy distinto a este…
-         Tienes razón, lo siento, es sólo que… ¡Espera! Creo que tengo un plan. Quédate aquí, pero que no te vea nadie, no podemos permitir que te descubran justo ahora y cunda el pánico.
-         Sí, señora.
-         Y deja de llamarme señora, somos aliados, no soy tu dueña.
-         Sí, señ… Kané Tulvilla.
-         Kana, llámame Kana, como todos. – dijo ya cabreada la chamana – No se puede confiar en la inteligencia de estos bichos, ¿cómo se le ocurre a mi padre mandarme esto como apoyo a mi petición? En fin, tendré que hacerlo yo sola, como siempre. – Pensó.


Shrilka permanecía a los pies de la cama, cogiendo la mano de Mónica con cariño y susurrándole que tenía que volver para estar con él.

-         Te lo prometo, pequeña, nos iremos lejos, a volar, como antaño. No me importan Los Adultos, pasaremos de sus normas, ¿no te apetece? Pero para eso tienes que volver, ¿me oyes?

El cuerpo de la chica se veía más tranquilo cuando el dragón le hablaba de sus viajes sobre las nubes, de aquellos sueños que no habían sido sueños… Las sacudidas habían desaparecido y habían desatado las correas, pese a ello, aun no despertaba.

Sharick había asegurado que esperarían lo que fuese necesario, no iba a impacientar al dragón, lo necesitaban allí, pero Shrilka sabía que pasados diez días, ya era tontería esperar…

-         La cuenta atrás ya ha empezado – decía entre lágrimas – nos quedan menos de cuatro días.

De pronto Mónica movió ligeramente la mano, Shrilka se apartó para poder verla bien, podía tratarse de otro espasmo… De nuevo, pareció moverse, esta vez ladeó la cabeza al lado opuesto a la luz que entraba por la ventana.

Shrilka se emocionó tanto que no se acordó de estar en la cabaña y al ir a estirarse se dio en la cabeza con el techo haciendo temblar la guarida completa. Sharick entró rápidamente.

-         ¿Está todo bien? ¿Qué ha sido eso?
-         Sí, está bien, se está despertando y me he emocionado, lo siento – dijo contento el dragón.

Se quedaron los tres expectantes, esperando a que la chica abriera los ojos. Pero cuando lo hizo se llevaron una sorpresa:

-         ¿Papá? ¿Dónde estamos? ¡Qué oscuro está esto!

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