Y no sé
hacerlo.
Por más
que quiera,
que pruebe,
que mienta,
o luche…
No sé
hacerlo.
No quiero
el mundo
derrotado
a mis pies tras la batalla,
ni la
victoria,
ni el
júbilo,
ni
absolutamente nada.
No sé hacerlo.
Ya se
acabó,
no es
más un sueño
que la
realidad que le sigue
y a mí ya
me
pilla cansada…
De intentar
luchar
sin
escapatoria,
de
perder estrepitosamente,
de no
saber…
Y no sé
hacerlo,
joder,
no insistáis
más.
No
quiero.
No quiero
hacerlo.
No
quiero luchar
contra
lo inevitable,
no apresaré
la honra
en el
último grito…
No,
no sé
hacerlo.
Ya está,
lo
admito.
Se acabó.
No sé
hacerlo.
Jamás sabré.
Es suficiente
anhelo
haberlo
intentado…
Estoy cansada,
harta si
me apuras,
asustada,
quejica,
inútil...
No sé
hacerlo.
Es el
final.
¿Para qué
luchar?
¿Para qué
reír?
Estoy harta.
Hoy
ha caído
la
última lágrima.
No es
por crecer,
ni por
partir,
ni por
ser o no una niña.
No es
por ser,
ni por
estar,
ni por
la maldita relación
entre sujeto y predicado.
Que de
nada vale
aferrarse
a esta
voz cortada,
a este pozo
seco
del que
no mana vida alguna.
Que de
nada vale, joder.
No sé
hacerlo.
Punto,
entendido,
acabado.
Ni
idiomas,
ni cantos,
ni sueños,
ni putas
pesadillas.
No sé
hacerlo.
Es un
grito.
Callado.
Pero grito.
Asustado.
Pero grito.
Inútil.
Pero grito.
Yo
no sé
ser yo.
Y no
quiero
saber hacerlo…
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: