domingo, 26 de junio de 2016

No sé...



Y no sé hacerlo.
Por más que quiera,
que pruebe,
que mienta,
o luche…
No sé hacerlo.

No quiero el mundo
derrotado a mis pies tras la batalla,
ni la victoria,
ni el júbilo,
ni absolutamente nada.

No sé hacerlo.

Ya se acabó,
no es más un sueño
que la realidad que le sigue
y a mí ya
me pilla cansada…

De intentar luchar
sin escapatoria,  
de perder estrepitosamente,
de no saber…

Y no sé hacerlo,
joder,
no insistáis más.

No quiero.
No quiero hacerlo.

No quiero luchar
contra lo inevitable,
no apresaré la honra
en el último grito…

No,
no sé hacerlo.

Ya está,
lo admito.
Se acabó.

No sé hacerlo.

Jamás sabré.
Es suficiente anhelo
haberlo intentado…

Estoy cansada,
harta si me apuras,
asustada,
quejica,
inútil...

No sé hacerlo.

Es el final.
¿Para qué luchar?
¿Para qué reír?

Estoy harta.

Hoy
ha caído
la última lágrima.

No es por crecer,
ni por partir,
ni por ser o no una niña.

No es por ser,
ni por estar,
ni por la maldita relación
entre  sujeto y predicado.

Que de nada vale
aferrarse
a esta voz cortada,
a este pozo seco
del que no mana vida alguna.

Que de nada vale, joder.

No sé hacerlo.

Punto,
entendido,
acabado.

Ni idiomas,
ni cantos,
ni sueños,
ni putas pesadillas.

No sé hacerlo.

Es un grito.
Callado.
Pero grito.
Asustado.
Pero grito.
Inútil.
Pero grito.

Yo
no sé
ser yo.
Y no quiero
saber hacerlo…


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