Sentirte
cerca.
La
contradicción perfecta para una piel que se encoge,
que se
atenaza y reseca
a la espera
de una sombra,
de un
vestigio,
de una nota…
Tras luchar
contra viento y marea
y llevar
puesta la mejor de las máscaras sociales.
Con el peso
de toda la culpa compartida
y los oídos
llenos de penas de otros.
Tras llenar
el alma del vacío de otro Ser
que no es el
mío
y agujerear
el corazón con las espinas ajenas.
Tan sólo
sentirte cerca.
Saber que
estás sin estar,
que hay un
apoyo en el abismo,
que este
acantilado viene con escalera de incendios
para
emergencias como esta;
para
emergencias como el hueco
que han
dejado en mis costillas la falta y el anhelo,
la búsqueda
de un hogar que no sepa a delirio…
Emergencias
como este yo,
que ya no
sabe ser sin aire,
que se cansó
de la batalla y suelta el puño a la deriva…
Sentirte
cerca.
Hoy todo lo
que necesitaba era sentirte cerca,
acompañarme
de algo más que este vacío,
escucharme
sin el eco de esta nada,
y desahogar
mi llanto en tu sonrisa
al buen
ritmo de una carcajada…
que cambie
el negro por añil
y la nada
por un mar de posibilidades,
donde remar
en tu barca.
O en la mía.
Pero no sola;
dando giros
en la ausencia
hasta crear
torbellinos
y rezar
porque me trague el miedo
un par de
segundos antes
de dejarme
devorar por el vacío.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: