Contó las horas que quedaban para volver a casa y dejó de fingir que la clase tenía sentido. Reabrió el cuaderno azul; los ojos de Pisti le saludaron desde la portada y sonrió al instante. Ignorando el machacado discurso sobre la selectividad, retomó su bolígrafo de seis colores y siguió añadiendo detalles a aquel mundo de cuadrículas. Una nota sobrevoló su hombro cuando daba los últimos detalles a Slurp, el anciano sabio de salsa de tomate.
>> Esta noche en el puente. Tranqui, no tendrás que saltar<<
Por supuesto, era de Trix, su compañera de toda la vida. Era difícil saber quién estaba peor de la cabeza. Sofía confirmó el plan con un juego de cejas perfeccionado durante años y añadió algo más a la nota en lo que terminaba la clase. Al fin, sonó el timbre y salieron de la sala de historia.
- ¿A quién me ha tocado hoy? - preguntó Trix estirando la mano frente a su amiga.
- Uno nuevo, pero aún no te lo has ganado. Me tienes que contar qué haremos en el puente.
- Me parece justo, pero llega puntual, quiero enseñarte algo que quizá te sirva para la historia.
- Sabes que nunca terminaré la historia, me gustan mis bichitos y no quiero darles un final y olvidarme de ellos.
- ¿Y quién ha hablado de final? - apuntó mientras giraba la esquina y se perdía de vista hasta el recreo.
Llegó la tarde y las chicas llegaron al puente de piedra. Se miraron con gran emoción y Sofía extendió la mano con el trozo de papel bien sujeto en su puño.
- ¿Tan fácil me lo gano? No es propio de ti.
- Ni lo sueñes. Solo quiero recordarte lo que está en juego... Ya sabes, ponerle el premio en la boca al perro para que aprenda el truco.
- ¿Me llamas perra? Muy bonito... Te lo perdono, porque hoy es un día especial, pero no te acostumbres.
Ambas sonrieron arrugando la nariz y Trix empezó a colocar su sorpresa en los postes del gran puente de piedra, mientras Sofía se sentaba en el árbol y revisaba el cuaderno, escribiendo alguna palabra aquí y allá.
- Trix, ¿te falta mucho? No sé si te vas a ganar lo que te he traído.
- No te preocupes, está casi listo.
- Oye, pero ¿qué estás preparando ahí arriba?
- Cierra los ojos y espera a que yo te avise.
Sofía, que siempre se emocionaba con facilidad, no aguantó demasiado tapándose los ojos y pilló el trabajo a medias. Aun así, el corazón casi se le paró al ver el despliegue. Desde el puente de piedra donde se conocieron, los grandes ojos de Pisti le sonreían, reflejándose en el agua de debajo. Trató de decir algo, pero no le salían las palabras... Trix reía encantada con la reacción.
- Sof, ¿no dices nada?
- ...
- ¿Qué? ¿me he pasado?
No le salieron las palabras... Nadie había hecho eso por ella antes, pero Trix no era precisamente nadie. Desde siempre, había sido la única que no se reía de sus criaturas; habían cogido la costumbre de intercambiarse notas por dibujos en las clases; habían jugado a inventar historias y relatos... No, Trix no era una persona cualquiera... Pero no podía dejarle sin contestar después de aquello.
- Sof, ¿estás bien? Me estoy empezando a preocupar... Sé que no sueles enseñar tus bichitos, pero este fue el primero que me diste, no he puesto nada, nadie sabrá...
No logró terminar la frase, por rápido que estuviese hablando. Sofía no sabría qué decir, pero sabía de sobra lo que quería, y por supuesto, se había lanzado a sus brazos, tapándole la boca con la mano. No hizo falta decir nada más, los ojos lloroso de ambas hablaban por ellas. Sofía se giró, aún entre sus brazos, y volvió a mirar aquel lienzo improvisado que decoraba el puente.
- Eres increíble, Trix. ¿Cómo lo has hecho?
- Muy fácil, hay una persona chiflada a mi lado, que pone todo su mimo en un diario azul que cada vez se le queda más pequeño. Sé que tu historia no tiene final, pero este puente puede ser un gran comienzo de capítulo, ¿no? Al menos hasta que alguien lo quite - dijo con sonrisa tímida - ... y a Pisti le sienta genial el reflejo del río.
- A ti sí que te sienta bien... Anda, toma, que te me has adelantado, pero al menos te he traído un regalo.
Sofía abrió al fin el puño y dejó que Trix viera la nota. En el papel arrugado se distinguió claramente a los dos bichitos que les representaban. Pisti, con su pelo verde igual que Sofía, saltaba el puente del sabio Slurp. Mientras, Bons, de largas melenas rojas al puro estilo de Trix, le recogía en el agua con los brazos abiertos y la nariz arrugada. Y aunque normalmente dejaba lo de escribir a los demás, esta vez, una frase con pésima caligrafía acompañaba la escena: "Ya una vez lo saltamos juntas... ¿recuerdas?".
Volvieron a abrazarse, se regalaron un beso y añadieron la nota junto con el resto del cuaderno azul de su historia. Sofía tenía razón, aún no era momento de buscarle un final.