abrazarme al hueco donde encajo en tu espalda,
descansar los labios, sin más, sobre tu piel desnuda
y sentirte descansar, respirando al ritmo de mi pecho.
Despertar horas más tarde, aún atada a tu cintura,
retozar unos minutos entre el sabor de tus bostezos,
susurrarnos algún secreto a voces entre sueño y sueño
y saberte hogar, siendo futuro.
Ser en tu mano y tu silencio,
en tu risa y tu presencia
la mejor versión del paraíso que podría dibujarse.
Hablar sin voz y querer sin prisa,
entendernos con poco más que una mirada…
No es hogar la cama en que dormimos,
sino la piel que abrazo a diario entre las sábanas.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: