llantos de tiempo perdido,
gritos de caricias olvidadas,
el lamento de un corazón
separado a la fuerza de su caja torácica.
Con el caer de una tormenta lejana
veo reflejarse la luna
en las entrañas de mi cuarto.
Imposible huir de ella,
pero incapaz de alcanzarla...
Su luz perfila los escombros,
la derrota va empapando mis raíces,
el futuro, en su cierre indefinido,
silencia el ruido.
Yo vuelvo a beber del silencio,
haciéndome otra vez uno con el vacío,
viéndome caer bajo el miedo:
inmóvil,
solitaria,
perdida...
Hasta que la noche roza mis labios
y los ojos que encierran
dejan de ser los míos.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: