me quedo en la cornisa de su voz.
Allí donde no llegue le ruido,
donde se centran los secretos...
Entre lo dicho y lo vivido.
Me quedo en el sabor de las sonrisas,
oculta entre los labios,
ocupa en sus cantares,
siempreviva
en nuestro jardín de rosales.
oculta entre los labios,
ocupa en sus cantares,
siempreviva
en nuestro jardín de rosales.
Me hago trinchera,
refugio en sus papilas,
cerca de los besos
que aún le queda por dar.
Decreto santuario.
Que el mundo pare si es que gira
y se apaguen los mañanas.
O que el pasado calle.
Que me escupa en mentiras,
y me aleje de su verso en un susurro.
Que sane su recuerdo
y el salitre de sus ojos ahogue las heridas.
En mi voz,
me mudo a los pliegues de mi voz.
Allí donde el deseo quemó los planes,
donde saltaron los puntos,
donde dolió la risa...
Regreso
a la última repisa,
junto al grito desgarrado de otra vida.
Recupero mi canción.
Quizá algún día,
el aire y el vacío
compartamos melodía.
De momento
abandono tus labios,
a ver si el tiempo,
la brisa,
los kilómetros...
el adiós,
te cicatrizan.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: