viernes, 6 de noviembre de 2015

Sin título


Respira
y, poco a poco,
va llenando de vidas ajenas
el vacío de su ser y su presente.

Cada luz en su interior
es un minuto más,
una historia por contar,
una sonrisa
que resume el final de un libro
jamás escrito.

En cada suspiro
se va llenando de calles,
de farolas, de miradores,
de aparcamientos
y hasta de árboles frutales
(mil millones de abedules
formando sus extremidades).

De ella nacieron las flores,
en el hueco entre sus pestañas…
Y es madre de la poesía,
porque ha saboreado todos
y cada uno de sus versos
– sin ser poeta –.

Hay quien dice que no es fácil,
que nunca se abre a la gente
y le aterra que hablen de ella,
que se esconde,
y que no mira a la cara,
porque siempre desconfía
de una mirada tierna
sobre unos ojos inertes.

No saben,
que su ventana ya tiene dibujada la silueta
en la que ella mira al infinito
y se siente pequeña;
sin imaginar que al otro lado,
tras la hoja,
la están buscando unas manos tiernas
bajo unos ojos
incandescentes
– que sí son poetas –.

1 comentario:

Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo:

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