lunes, 16 de septiembre de 2019

Entre los pliegues

Cada vez que miraba aquel hueco en la pared,
veía su sombra reflejada en el pasado,
los años perdidos contemplando lo que pudo ser,
el reloj de cuco riéndole los silencios callados...

Cada vez que abría las ventanas,
levantaba el polvo de la ausencia,
el recuerdo maldito de un fantasma ajeno.

Dejó de entreabrir las persianas, para no dejar pasar la luz.
Apagó las velas del altar que nunca quiso que construyeran
y habría desenterrado sus cenizas de haber encontrado el cementerio 
entre las esquelas polvorientas del viejo mueble del salón.

Abandonó la casa sin recoger su maleta,
sabiendo que allí no había nada más que un rancio perfume.
Rompió los pobres lazos que aún la unían a su nombre...

Hizo todo lo imposible por empujarse a avanzar
y seguir haciendo camino, pese a no haber vuelto a ver el norte. 
Pero no pudo olvidar su tiempo infinito
entre las paredes malva de su piso piloto.

En sueños aún enciende las luces de la habitación del fondo,
recoloca los cojines del sofá con un té caliente en las manos
y escucha atenta cómo se abre la puerta cuando ella vuelve del trabajo
para lanzarse a sus brazos y apagar el mundo por un segundo.

Y aunque ya nadie recuerda que solía oler distinto,
ella guarda su tacto entre los pliegues de sus párpados,
para recordar las promesas que se hicieron a oscuras
sin importar el tiempo que pase
o la pena que trate de posarse en sus lagrimales. 


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