lunes, 16 de marzo de 2020

Mi espíritu animal

Decidí dejar de escribir para que otros ojos lo leyeran, de pensar en receptores que jamás hallarían paz en mi cabeza. Se me secaron las palabras en la punta del bolígrafo, asegurando que saldrían solo cuando diera un pedazo de mí en cada renglón torcido; cuando mi alma se atreviera a salir de su último rincón favorito; y mi niño interior volviera a jugarse la risa, rasgándose las rodillas en aquel parque de metal que hoy ya habrían prohibido. 

Recuperé mi sitio en la baldosa suelta de la habitación, sentándome como los indios mientras el aire de la ventana me abanicaba el pelo intentando hacer señales nuevas. Y volví a caminar con mi espíritu animal, feliz en la oscuridad de una noche solitaria, aullando a cada fase de la luna y conociendo las constelaciones como el mejor de los mapas de caminos. 

Resucité sin haber conocido a la Muerte. Me reencarné en mi yo pasado. Crecí avanzando de espaldas, retrocediendo camino... Pero esta vez, aprendí a respirar a mi propio ritmo.  




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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo:

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