Limpiaría en su boca
cada recuerdo inútil;
cada noche en vela
sería una sombra más
que atar bajo la cama;
y cada piel desgarrada,
un peso menos
en el viaje de huida,
de aquella vida
que no llegó a vivir
con la más real de sus fantasías.
No malgastaría el tiempo
en absurdas promesas,
ni en banas ilusiones.
Tan sólo complacería su cuerpo,
y reprimiría en el acto
cualquier atisbo lejano
de un posible sentimiento.
Se negaría el derecho
a echar raíces,
por fértil u hospitalaria
que la tierra fuese.
Jamás crearía lazos
que oprimieran sus muñecas,
ni asentaría castillos
en mitad de ninguna parte.
Había prometido
seguir viviendo cuando ella se fuese;
pero el modo y el lugar de hacerlo
no volverían a caber
en un “para siempre”…
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: