Siempre en
tela de juicio,
siempre sin
argumentos…
Dos golpes
son un saludo,
un abrazo
una mentira;
y un te
quiero,
una blasfemia.
Sólo conoce
un idioma,
sólo le
importa su lengua,
llega armado
hasta los dientes;
¡cuerpo a
tierra!
Nunca rota
entre sus brazos,
nunca entera
entre trincheras...
¡Qué plan
tan descabellado
querer atarse
a su escudo
para frenar su
ponzoña!
Veneno
metálico en sus manos,
polvo maldito
en mis huesos…
¡¡Piedad,
clemencia!!
¿Para cuándo
mis refuerzos
en esta eterna
condena?
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: