Y
de repente todo mal.
La
risa se pierde,
el
grito no aúlla a la luna,
el
pecho duele,
las
lágrimas no quieren romper
la presa de los
ojos
y
la puta disciplina te dice
que
este
no
es el lugar adecuado
para mostrarse
débil…
Y
de pronto todo mal.
El
mundo pesa,
la
música marea,
las
piernas no responden,
el
hielo quema…
¡Todo
a la mierda!
Las
piedras nos lanzan al vacío,
el
cielo nos acecha,
y
hasta el horizonte
amenaza
con alcanzarnos
enseñando
sus dientes.
Y
en un segundo todo mal.
La
tierra se muere
y
parece
que
ni El Mismísimo
piensa
asistir a su entierro.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: