Hace tanto que no lloro,
que casi creo que lo he olvidado.
Mi cuerpo se comprime,
el pecho se me rompe,
el corazón se esconde
(casi siempre por motivos vanos)…
Pero ya no quedan lágrimas.
Hace tanto que no lloro,
que me he acostumbrado al peso
de llevar el pecho hinchado,
y no de orgullo;
de ansiar gritar y reír a carcajadas,
sin mirar a quién molesta el estruendo;
de no poder llorar con una película para niños,
ni sentir
ni dejarme sentir…
Hace tanto que no lloro,
que temo haber perdido
mi salida de emergencia,
mi calma después de la tormenta,
mi chaleco anti-cordura…
Hace tanto que no lloro,
que por fin me he dado cuenta
de que llorar por dentro
es la peor de las tempestades;
esa
en la que las nubes
deciden quedarse contigo
hasta llenarte por completo,
hasta sentirte del todo vacía…
Hasta ahogarte.
Por las historias que rondan tu mente. Por las ganas de cambiar el mundo. Por las rimas. Por la música. Por el arte... El primer puercoespín enamorado de las letras comparte sus cuadernos de poesía. Cuidado, puede ser muy dulce o utilizar sus púas.
viernes, 3 de febrero de 2017
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