Perdiste el rumbo en un cruce de sentidos
y te arropaste entre la seguridad de tus brazos,
por miedo a que otros te apagasen.
Quizá no fuera el momento…
Brillaste como nadie sin quererlo
y sin saber, quizá, el motivo,
ahuecaste el nido para dos,
dejando un vacío (de) pasajero.
Silenciaste
la llamada de alerta en tu garganta
y hoy se agarrota el corazón,
sintiéndose caduco.
Te apuñalan los granitos del reloj,
queman tus ojos los amaneceres
y vagas buscando una hoguera
que cobije tus ganas,
bajo un inhóspito sol de invierno.
Pequeño ser de caricias,
destapa tus llamas y despierta tu viento;
la única hoguera que añoran tus alas
es esa chispa de vida
que late fuerte en tu pecho.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: