perdemos las horas sin rumbo,
escondemos amores
y reímos ataques.
El futuro nos roza sin marcas,
las vivencias se encadenan en bucle
y la vida pierde la magia…
La infancia no dura,
las tareas nos invaden,
las responsabilidades nos definen
y nos sobran etiquetas para todo.
¿Es este el mundo que queríamos?
¿Es así como nos lo imaginábamos?
Cuando de niños aprendimos a leer,
cuando tanto nos esforzamos en lograr escribir…
¿era este el resultado que prometían?
Vagamos por los días como en un naufragio,
nos aferramos a las sonrisas ajenas,
copiamos frases de 140 caracteres
y apuramos las colillas de otras llamas.
Yo me canso
de escribir sobre las flores del jardín de algún canalla,
de escuchar las noches de otras camas,
de olvidar los cuentos y las rimas…
Dejemos ya de engañarnos;
podemos no ser escritores,
pero a esta historia
hay que reescribirle un cambio.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: