el reloj se
ríe del temblor de mis manos,
los párpados
pesan más a cada instante,
la espalda
ya no es lo que era…
Subo el
brillo y guardo.
Cambio el
título,
corrijo una
coma…
Y vuelvo a
quedarme en blanco.
Se me
aceleran los sentidos,
pensando que
las horas pasan demasiado rápido,
pero me
enfrento una vez más al documento
y no hallo sentido en las palabras.
Me asaltan
las dudas; desisto.
Alejo mi
alma del texto,
copio datos
aleatorios de una página cualquiera,
inserto cita
a pie de página:
“aquí cayó
otra lágrima,
aquí murió
el proyecto”
Recuérdenme de nuevo
para qué
hacemos esto,
¿por qué
luchamos contra el sueño
para seguir
perdidos entre datos
que nunca
cobrarán sentido?
Si nadie parece querer ayudarnos
a desenredar el ovillo
a desenredar el ovillo
en este laberinto del minotauro;
en esta búsqueda desesperada
de un título que nos valide
y nos ponga algún cero más en la etiqueta.
Y quizás así
seguir perdiendo noches,
sin vivir nuestro cuento,
escribiendo
otra sinopsis fuera de contexto