miércoles, 1 de octubre de 2014

La mente lo sabe - cap. 9



LA MENTE LO SABE
Una niña pequeña puede crecer, un árbol dar fruto, un animal morir, pero todos tienen una historia que contar, una vida (corta o larga) que narrar antes de viajar a otro mundo. Mónica contará su historia y nos introducirá al mundo de la belleza, a la destreza total de lo natural y a los secretos de la mente. Bajo la mirada y la protección de Shrilka, Mónica luchará por un motivo justo: volver a casa.




Capítulo 9 – Jipa

Mónica se movía con gran dificultad entre las ramas del bosque más frondoso que jamás había pisado. Buscó con la mirada algo que le resultara familiar o alguna indicación de cómo había llegado allí, pero no encontró nada.

-         ¿Hay alguien ahí? – preguntó con la voz más firme que supo fingir

No hubo mayor respuesta que el sonido del viento entre las hojas. Mónica sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral.

 Esto no puede ser bueno – pensó

Deambuló por aquel bosque, que parecía no tener final, hasta entrada la noche. Cada vez se encontraba más cansada, hambrienta y asustada. Si no encontraba un refugio pronto, moriría de frío, pero tenía que salir de aquel bosque para poder encontrar un lugar seguro.

Tiene que haber alguien más aquí, algún animal aunque sea.

Siguió buscando entre las ramas algo que llevarse a la boca, pero si allí había algo comestible, ella no podía verlo.

Casi amanecía cuando Mónica cayó al suelo totalmente agotada, no podía aguantar más, había llegado su hora e iba a aceptarlo. Justo antes de cerrar los ojos, creyó ver una silueta humana acercándose a ella, pero no pudo reaccionar y quedó a merced del sueño con un único pensamiento: Si ha de matarme algo, mejor que sea un ser humano que tiene que comer de algo para sobrevivir.


Shrilka y Sharick discutían con una tercera persona sentados en la gran mesa de la guarida.

-         No podemos despertarla sin saber qué le vamos a decir
-         Tienes razón, Sharick, pero no sabremos cómo reaccionará a la nueva información hasta que la despertemos
-         Tampoco sabemos si va a despertar – Dijo la voz seca y dura de Shrilka
-         Claro que despertará, tiene que hacerlo
-         Además, la visteis en combate, según lo que dijisteis es fuerte
-    Quizá no lo es tanto, a lo mejor agotó sus fuerzas en la batalla, puede que la posesión de su cuerpo fuese demasiado para ella. Puede que no fuera ella la que regresó a su cuerpo, sabéis tan bien como yo que esas cosas de los espíritus no siempre salen bien. Quizás…
-         ¡Basta! No permitiré que te hundas de nuevo, grandullón.
-         Saldrá de esta, Sortlain, es especial.

Tanto la maestra del Kia como el anónimo compañero, apoyaron al dragón tras ese momento de duda. Shrilka agradeció el gesto, pero seguí pensando que había pasado demasiado tiempo y su compañera ya debería haberse levantado de la cama.

-         No sé qué hacer si ella muere – Pensaba el dragón
-     Si la chica no sale de esta, Shrilka Sortlain habrá acabado para siempre, quizás incluso… No, prefiero no pensarlo, él no sería tan estúpido, sabe que le necesitamos aquí. – Pensaba el anónimo
-         Shril tiene razón, es culpa mía… es culpa mía… es culpa mía… - Se repetía Sharick

Pero la joven seguía en la cama tiritando de frío y balbuceando frases inconexas.


Cuando Mónica abrió los ojos, reconoció el bosque por la ventana, pero no sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí. Una figura humana se acercó a ella con un cuenco humeante en las manos.

-         Come, te sentirás mejor

La mujer que se había acercado tenía una voz dulce que a Mónica le resultaba extrañamente familiar, pero no había añadido nada más ni había hecho ningún gesto, sólo había dejado el cuenco en la mesita al lado de la cama y había vuelto a salir de la habitación.

No sin dudas, Mónica cogió el cuenco con la mano derecha, incorporándose con dificultad sobre su codo izquierdo. Nada más oler aquel brebaje, su estómago rugió de placer. No tengo nada que perder  pensó Mónica y empezó a beberse aquella especie de sopa.

No tenía mal sabor y parecía calmar su estómago, así que se lo terminó en dos tragos más y volvió a dejar el recipiente en la mesa. Le habría gustado repetir, pero no quería abusar de la generosidad de aquella mujer. Decidió quedarse en la cama a la espera de que volviese a por los restos de la comida, ya entonces le daría las gracias y quizá le hiciera alguna pregunta.

La anfitriona no tardó en llegar, esta vez con un plato con carne y una jarra de agua. Mónica la miró expectante mientras colocaba las cosas en la mesa y acercaba una silla a la pata delantera de la cama.

-       Hola, Mónica, he pensado que tendrías más hambre, como lo que quieras – señaló el plato – y no dudes en pedir más si te apetece.
-    Gra… gracias – contestó Mónica. Cogió el plato y probó un bocado mientras pensaba cómo plantear las preguntas que tenía en mente.

A la mujer no parecía importarle el silencio, se limitó a observar cómo la joven comía.

-         Me estaba preguntando – empezó Mónica - ¿Quién…? ¿Cómo…? ¿Por qué…? Bueno… esto… no sé por dónde empezar…
-        Jejejeje – La risa de la mujer retumbó por toda la sala – Será mejor que te lo cuente yo, entonces.

Mónica se ruborizó un poco bajo la mirada de aquella chica que cada vez se le antojaba más familiar.

-         Lo primero de todo, mi nombre es Kané Tulvilla, pero hace mucho que nadie me llama así. Aquí soy Kana, la chamana de esta tribu.

Mónica hizo amago de hablar, pero no sabía muy bien que decir, así que permaneció en silencio.

-    No sé cómo has acabado así, pequeña, pero no te preocupes, con la ayuda de todos los Jipantinos conseguirás recuperarte en seguida.
-      Perdone, señora, pero… ¿Jipantinos?
-      Jejejeje – volvió a reír Kana – No pensé que tu problema de memoria hubiera llegado tan lejos… - Mónica la miró sin entender ni una palabra – Lo primero es lo primero, a mí, como al resto, nos tratas de tú, y nosotros haremos lo mismo. – Mónica asintió – Lo segundo, los Jipantinos somos todos los de esta tribu, Jipa, en honor a la diosa del aire.
-         Perdone… digo, perdona, Kana, pero no lo recuerdo… ¿Yo soy de aquí?
-         Sí, Mónica, tú también eres de aquí
-         ¿Así que soy Jipantina?
-       Jejejeje. No, tú eres de la tribu hermana al otro lado de la isla, eres una Sortlain. – Kana pareción dudar un momento – Más concretamente… Eres Sortleen, la hija del jefe Shrilka, uno de los mejores pescadores de la isla y un gran líder, por supuesto.

Mónica no entendía nada, no recordaba nada de eso, no podía ser cierto. Vale, no tenía ni idea de quién era ni cómo se llaman sus padres, pero estaba segura de que ella no pertenecía a ninguna tribu ni conocía a ninguna Jipa, diosa del aire.

-         Creo que tienes que asimilar mucha información, será mejor que te deje dormir.
-         Sí, creo que es lo mejor…

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