domingo, 14 de agosto de 2016

83 razones



Dejé de escribir.

Lo sé porque las teclas aun tiemblan pensando que esto es otro trabajo, algún esquema para el examen, otro repaso de última hora…
Me miran con rabia, como diciendo “¿qué te ha pasado? ¿Ya no te dignas a mirarnos? ¿Te damos miedo?”… 

Y tienen razón, porque cuando escribo, y digo escribir de verdad: sin límites, sin presiones, sin pautas ni temas a tratar, sin numeración de páginas ni Arial 12 con interlineado X… Cuando dejo un trocito de mí en las palabras más humildes, entonces… acaricio las teclas, empiezo despacio y sin prisas, como con miedo de hacerlas daño, cuidando cada detalle, dejándome llevar, escuchando su melodía e incluso… sí, ¿por qué no? Incluso incitándolas a jugar conmigo, a moverse de sitio, a agarrarse a mis dedos un poco más para alargar alguna vocal que no quiere callarse…

Dejé de escribir y ellas lo saben.

Pensaron que las había abandonado que se había acabado el baile… y pararon la música…
Para bailar hay que mirar a los ojos, no a la pantalla. ¿Qué sabrán las palabras? La magia, la verdadera magia, está en el cariño con que deslizas las yemas de los dedos por las 83 tuercas que ajustan o liberan la historia…

Chicas, se acabó la cuarentena, estas manos que tanto os echaron en falta volverán a rastras a susurraros cuentos antes de dormir, a reír con vosotras y contaros penas y alegrías (todo en uno, como siempre).

Dejé de escribir, pero tengo 83 razones para volver a la pista y dejar que suene la música.


2 comentarios:

Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo:

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