martes, 24 de septiembre de 2013

Mi otro yo - Cap. 12



-12-

Marta se sentía extremadamente feliz de volver a tener a Paula a su lado, le encantaba la confianza que ello le daba en sí misma y la ilusión con que se levantaba cada mañana. Los ensayos en teatro tampoco podían ir mejor, los personajes empezaban a coger forma, la audición había encantado al grupo, que encantados habían admitido que las dos chicas se veían perfectas en sus personajes. Solo un atisbo de tristeza mantenía abrazado a Marta, el hecho de tener que mentir a sus amigos sobre donde vivía y quien era en realidad. Le habría encantado ser sincera, admitir que seguía siendo la misma, pero tendría que explicar demasiadas cosas, así que la opción más sencilla era seguir con la farsa, al fin y al cabo, ¿qué más da no contarles toda la verdad? Eso no podía hacerles daño, ¿no? Rechazaba esas ideas según pasaban por su mente, no quería pensar en ello, la vida le sonreía y estaba haciendo lo que más le gustaba en la vida, y lo más importante, no lo hacía sola; esta vez tenía a alguien a su lado, alguien que le ayudaba a decidir el camino en los cruces de la vida, alguien que le coja de la mano cuando necesite a alguien cerca…

Marta no era la única que se había fijado en su cambio, su madre la veía más feliz, siempre con una sonrisa en la cara y hablando de sus “amigos de clase” y de esa afición por el teatro  tan repentina. Nunca había cotilleado las cosas de su hija, pero ese trabajo secreto tan oculto en su estudio la tenía bastante intrigada.

En más de una ocasión le había preguntado a su hija de qué se trataba aquel misterio, pero esta solo respondía que era una idea que tenía en la cabeza y que no lo enseñaría hasta que estuviera acabado. 

-         Marta, ¿nos lo enseñarás hoy? – preguntaba su madre cada mañana al desayuno.
-          Aún no está listo. – Era la escueta y aprendida respuesta de Marta.

Cada mañana, en cuanto Marta bajaba las escaleras y daba los buenos días, su madre preguntaba y ella respondía para acto seguido cambiar de tema. Pero esto cambió un día que Marta se levantó media hora antes que de costumbre, en su cama esperaba el dibujo preparado, pero en su mente, las cosas no estaban tan nítidas. Una duda había tenido a Marta en vela esa última semana, porque ahora que Tati era amiga de Paula… ¿Cómo firmaría el dibujo? Si se lo entregaba como Marta, supondría tener que esperar hasta la tarde e inventarse más de una excusa para escabullirse como Tati y poder aparecer como Marta. Pero si hacía esto, tendría que buscar algo que hacer como Tati para no quedar mal con esa amiga que tanto le estaba ayudando, sobre todo porque sabía que Ari había preparado una fiesta sorpresa, a la que seguro que Paula querría que acudiera…

Decidió dejarlo de todas formas para la tarde antes de que se le fuera la hora y no llegara a tiempo a clase. Pero su plan de no pensar en ello se desvaneció en el momento en que su madre volvía a preguntar cómo cada mañana.


Ari por su parte tenía otros planes, supongo que no os habéis olvidado de su pequeño “desliz” con Marta. Bueno, ella tampoco, no había pasado un día sin pensar en ello. Desde siempre había sabido que le gustaban las chicas, pero nunca nadie le había llamado tanto la atención como lo había hecho Tati, primero por la apariencia, y segundo sobre el escenario. Además había resultado ser una amiga de las que ya no quedan: leal, alegre, responsable…

Por supuesto, sabía que no había nada que hacer en cuanto a ese tema, dado que le había dejado perfectamente claro que solo serían amigas. La posibilidad de ligar con ella, ni se le pasaba por la cabeza estando despierta, pero por la noche, cuando no podía controlarlo…. Su mente se desbordaba; en sus sueños vivían la relación más intensa, sórdida y cálida que se haya conocido, pero al despertar se tenía que enfrentar a la realidad, y eso no es precisamente fácil…


Paula vivía un día de cumpleaños normal, su madre le había preparado un desayuno especial y, por primera vez, toda la familia le había acompañado en él.

Pero a Paula le faltaba algo que para ella era muy importante, ¿Dónde estaba esa llamada? ¿no se habría acordado de su cumpleaños? No, Marta no era así, no podía serlo. Así se pasó el resto de la mañana, aparentando estar bien delante de su familia, pero mirando cada poco el móvil para tener noticias de su mejor amiga.

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