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Marta se
sentía extremadamente feliz de volver a tener a Paula a su lado, le encantaba
la confianza que ello le daba en sí misma y la ilusión con que se levantaba cada
mañana. Los ensayos en teatro tampoco podían ir mejor, los personajes empezaban
a coger forma, la audición había encantado al grupo, que encantados habían
admitido que las dos chicas se veían perfectas en sus personajes. Solo un
atisbo de tristeza mantenía abrazado a Marta, el hecho de tener que mentir a
sus amigos sobre donde vivía y quien era en realidad. Le habría encantado ser
sincera, admitir que seguía siendo la misma, pero tendría que explicar
demasiadas cosas, así que la opción más sencilla era seguir con la farsa, al
fin y al cabo, ¿qué más da no contarles
toda la verdad? Eso no podía hacerles daño, ¿no? Rechazaba esas ideas según
pasaban por su mente, no quería pensar en ello, la vida le sonreía y estaba
haciendo lo que más le gustaba en la vida, y lo más importante, no lo hacía
sola; esta vez tenía a alguien a su lado, alguien que le ayudaba a decidir el
camino en los cruces de la vida, alguien que le coja de la mano cuando necesite
a alguien cerca…
Marta no
era la única que se había fijado en su cambio, su madre la veía más feliz,
siempre con una sonrisa en la cara y hablando de sus “amigos de clase” y de esa
afición por el teatro tan repentina.
Nunca había cotilleado las cosas de su hija, pero ese trabajo secreto tan
oculto en su estudio la tenía bastante intrigada.
En más de
una ocasión le había preguntado a su hija de qué se trataba aquel misterio,
pero esta solo respondía que era una idea que tenía en la cabeza y que no lo
enseñaría hasta que estuviera acabado.
-
Marta, ¿nos lo enseñarás hoy? – preguntaba su
madre cada mañana al desayuno.
-
Aún no está listo. – Era la escueta y aprendida
respuesta de Marta.
Cada
mañana, en cuanto Marta bajaba las escaleras y daba los buenos días, su madre
preguntaba y ella respondía para acto seguido cambiar de tema. Pero esto cambió
un día que Marta se levantó media hora antes que de costumbre, en su cama
esperaba el dibujo preparado, pero en su mente, las cosas no estaban tan
nítidas. Una duda había tenido a Marta en vela esa última semana, porque ahora
que Tati era amiga de Paula… ¿Cómo firmaría el dibujo? Si se lo entregaba como
Marta, supondría tener que esperar hasta la tarde e inventarse más de una
excusa para escabullirse como Tati y poder aparecer como Marta. Pero si hacía
esto, tendría que buscar algo que hacer como Tati para no quedar mal con esa
amiga que tanto le estaba ayudando, sobre todo porque sabía que Ari había
preparado una fiesta sorpresa, a la que seguro que Paula querría que acudiera…
Decidió
dejarlo de todas formas para la tarde antes de que se le fuera la hora y no
llegara a tiempo a clase. Pero su plan de no pensar en ello se desvaneció en el
momento en que su madre volvía a preguntar cómo cada mañana.
…
Ari por
su parte tenía otros planes, supongo que no os habéis olvidado de su pequeño “desliz”
con Marta. Bueno, ella tampoco, no había pasado un día sin pensar en ello.
Desde siempre había sabido que le gustaban las chicas, pero nunca nadie le
había llamado tanto la atención como lo había hecho Tati, primero por la
apariencia, y segundo sobre el escenario. Además había resultado ser una amiga
de las que ya no quedan: leal, alegre, responsable…
Por
supuesto, sabía que no había nada que hacer en cuanto a ese tema, dado que le
había dejado perfectamente claro que solo serían amigas. La posibilidad de
ligar con ella, ni se le pasaba por la cabeza estando despierta, pero por la
noche, cuando no podía controlarlo…. Su mente se desbordaba; en sus sueños
vivían la relación más intensa, sórdida y cálida que se haya conocido, pero al
despertar se tenía que enfrentar a la realidad, y eso no es precisamente fácil…
…
Paula
vivía un día de cumpleaños normal, su madre le había preparado un desayuno
especial y, por primera vez, toda la familia le había acompañado en él.
Pero a
Paula le faltaba algo que para ella era muy importante, ¿Dónde estaba esa llamada? ¿no se habría acordado de su cumpleaños? No,
Marta no era así, no podía serlo. Así se pasó el resto de la mañana,
aparentando estar bien delante de su familia, pero mirando cada poco el móvil
para tener noticias de su mejor amiga.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: