Se
le ilumina la cara cuando lee poesía, tanto que parece latir en versos y
respirar en estrofas (cuartetas, supongo, para no hiperventilar o, tal vez, sea
un soneto y esté guardando el aliento mientras hablamos).
Cuando
susurras en su oído un poema de Benedetti, puedes notar cómo su piel te llama a
abrazarla y se le tensa el alma queriendo salir a besarte…
Ha
guardado en sus cuadernos la cura para el mal de amores, pero dice que no rima
y por eso no sale de su cajón (de momento).
Trata
de no mostrarlo, pero sonríe al leer pareados con palabras inventadas, al
recitar trabalenguas como juegos de lógica y al intentar traducir a Edgar Allan
Poe sin saber nada de inglés.
Dice
que no se considerará nunca poeta, que ella no escribe, ni siente intensamente,
ni sabe de tierras lejanas donde perderse con su libreta…
Pero
¿qué queréis que os diga? Si a sus 12 años ya le brillan los ojos entre las
hojas gastadas de estos poemarios… Sé que algún día revolucionará los versos
con un estilo propio…
Y
si no, al tiempo…
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: