lunes, 27 de enero de 2020

(A) por nosotras

Porque el viento que nos mueve les agobia,
les asusta que pensemos sin sus manos
manejando los hilos de este teatro.

Nos temen sin piedad
cuando nos ven crecer y revelarnos;
salirnos de las rutas que marcaron...
para tenernos bajo control,
para "guiarnos",
ellos,
con su paño cubriendo los ojos,
con su mente alicatada
y sus rastrojos.

Buscan seguir fingiendo ser
nuestros maestros,
de esos que te ayudan a controlar tu fuerza
como lo hiciera Yoda...

Pero se equivocan,
y tenemos que darnos cuenta todas:
si hubiesen hecho caso al joven Anni,
quizá no hubiera habido guerra en la galaxia.

Creamos nosotras
a todas las niñas de ahora;
cuando nos dicen que en la calle aún nos violan,
en las casas nos maltratan,
en los juzgados nos venden
y en las redes nos cosifican las 24 horas.

Vivimos el mayor caso del mundo
de trata de blancas.
Cada juez que nos acusa,
cada persona que calla
o nos cuestiona antes que a ellos
y nos juzga por el largo de la falda.
¿Qué más da qué lleve puesto
si él se dejó la educación en casa?


Quizá esa fue su falta,
tapiaron la entrada de su cueva,
y cuando logró salir de las sombras
se había convertido ya en una de ellas.

jueves, 23 de enero de 2020

Miedo, polvo y ceniza

Cuando nací, entre polvo,
añoraba ver el mar,
sentir las olas y la brisa,
jugar, como me contaban en cuentos
que debían hacer las sirenas.

Crecí entre tierra y ceniza,
me lijé las manos ayudando en las labores;
reconstruyendo escombros,
aprendiendo a buscar agua y comida...
Tenía tareas, juguetes, amigos,
un lugar al que llamar hogar,
una familia
que me daba fuerza y sabiduría.

Amé la tierra árida de donde mis raíces bebían,
pero yo seguía queriendo el mar.

Se decía que allá vivían mejor,
del otro lado del charco,
que había más bondad, más oportunidades...
¿Cómo no iba a creerlo?
Si de los que se fueron
ya nadie nunca volvía...

Mamá llegó un día con la cara partida en dos,
y entre lágrimas, ya cicatriz, en sus mejillas
me dijo que tenía un regalo para mí:
me daba el sueño de su vida,
me daba el mar y el "otro mundo".

Yo no conocía ningún mundo distinto, 
que no fuera de dolor y escombros.
No quería separarme de mi tierra, de mi hogar,
dejar a mi madre allí sola...
Yo quería salvarme con ella,
pero todo nuestro mundo sólo valía un pasaje.

Sabía de la guerra y del frío,
sabía que pronto vendría otro ataque,
que podría caer nuestra casa y llevarnos consigo,
que las calles eran peligrosas,
sabía por qué mi madre quería que huyera lejos,
por cualquier vía.

No sin esfuerzo, logró meterme en una barcaza,
llena de familias rotas como la mía.
Pero resultó que no éramos sirenas,
el mar nos enseñó los dientes entre embestidas
y yo me escondí como pude en un rincón de aquella jaula
rezando por llegar a tierra,
al menos con media vida.

Ahora hay quien me ve amenaza,
quien teme el miedo de mis pupilas.
En este mundo sin ruinas,
será que aún mancha mi ceniza...


lunes, 20 de enero de 2020

El cambio

El cielo a veces pesa,
nos duele en los huesos el frío
y nos cierra la boca el viento...

El mundo a veces pena,
nos mantiene los pies en el suelo
y la cabeza gacha, sin elevar los sueños...

Cada estación tiene en la esquina
un nuevo golpe con el que asustarnos,
un gélido frío en invierno,
vientos huracanados en otoño,
polen y alergias en primavera
y olas de calor en verano...

Qué feo el mundo visto desde estas gafas,
qué oscuro el paisaje y qué triste el recuerdo,
no entran rayos de anochecer en tu mirada,
te ganó la humanidad...

Pero no temas. Respira.
Toma mi paño de vida y mi mantita de helechos,
limpia ese gris ceniza que te envuelve;
mira el mundo en su esplendor,
creciendo en los amaneceres.

Disfruta del hielo en diciembre,
juega con las hojas en octubre
y pinta paisajes con los colores de la primavera.

Sólo así llegará el verano con alegría
sonriéndole al sol desde la playa
y sabiendo que la noche traerá el fresco,
que abanicará tus sueños
para airear las memorias
y llevarse las penas bien lejos.

A veces sólo necesitamos bajarnos del miedo,
aprender a ser animales
y que la naturaleza
haga el resto.


jueves, 16 de enero de 2020

Dejando la infancia

Cuando los juegos de infancia
se mezclan con las ganas de crecer,
con la ilusión de encajar...
siendo tan diferente como el resto.

Cuando se nos enredan en la lengua
temas contradictorios
y luchamos por creernos originales,
con miedo a no ser parte del todo.

Aprendemos demasiado rápido
a reírnos de nuestros sueños,
para que no vean que en el fondo
seguimos siendo ese niño pequeño
que lloró con la muerte de Mufasa.

Algo cambió en nuestro cerebro,
hizo un clic que ya no da marcha atrás
y olvidamos las princesas y los peluches
escondidos ahora en el armario
solo para emergencias.

Las camisetas rotas que pintábamos con barro,
se hicieron hoy trajes elegantes,
pantalones de rotos perfectos
y mochilas que definan
si pertenezco o no a este grupo.

Las mañanas desayunando entre risas,
hablando del nuevo proyecto del cole...
se empañan entre rápidas quejas
por un nuevo examen
o el consabido "tú no lo entiendes".

Decimos que todo va bien
y hasta nos convencemos de que así es la vida;
total, los demás hacen lo mismo
y dicen ser felices...

Con la edad perdemos autoestima;
bebemos si los amigos beben,
salimos aunque no nos apetezca,
pasamos por fases de música que luego nos avergüenzan
y dudamos de nuestras decisiones
si nadie más piensa parecido.

En este mundo en el que se premia la rareza,
en una generación que se jacta de su diversidad,
qué difícil es querer pasar desapercibido por ser único,
llevando el peinado de moda
y aparentando lo que todos,
en algún filtro de Instagram.


jueves, 2 de enero de 2020

Preguntas

De pequeña preguntaba tonterías,
de esas que sólo importan a los niños 
y a los locos.

Entre risas y sin pararse a pensarlo,
me callaban con otro cuento bonito 
y algo de chocolate...

Unos años más tarde, 
me llegó el mejor regalo que he tenido nunca;
un hada de bata blanca y seudónimo simpático
dejó en mis manos un poder 
con grandes responsabilidades.

Así aprendimos a escribir,
me enseñaron a leer e imaginar,
nos animaron a soñar y reír a carcajadas.

Empecé a encontrar historias 
en los lugares más recónditos,
a reordenar mi diccionario 
para inventar nuevas palabras
y a manchar de chocolate todos los libros,
porque ya no había forma de callarme.

Ahora hablaban mis manos 
más alto que cuando era niña
y volvieron las preguntas en cascada,
como quien rompe una presa 
y espera con ansia el chaparrón.

Me dijeron que escribiera las respuestas,
que no dejara de buscar relaciones magia-efecto;
despertaron mi cerebro dormido
y dieron vida a los dragones de todos mis cuadernos.

Cuando creí hacerme grande,
dejé de preguntar porqué brilla la luna,
descubrí que el diccionario está pasado de moda,
me mordí la lengua en demasiadas ocasiones,
y escondí las alas de mis compañeros, 
por precaución.

Pero no os dejéis engañar por mi portada,
no he olvidado ninguna de las preguntas
a la espera
de que un día os dejéis de cuentos y chocolates
y, al fin, deis con mi respuesta.



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