Muchas historias hablan del temido BigFoot, pero Marlene era la más estricta científica del caso, tenía pruebas de todos los puntos del mundo; huellas, pelo, marcas, crónicas del periódico...
Marlene era una investigadora nata, había viajado a desiertos y montañas, había descendido en paracaídas y se había adentrado en los más sombríos laberintos sólo con la ayuda de su pequeña y vieja linterna.
Pero la historia más característica de Marlene y su búsqueda del BigFoot es, sin duda, esta:
Marlene había estado haciendo cálculos y había llegado a la conclusión de que el gran animal se encontraba en lo más profundo de las cataratas del Niágara. Se encaminó allí, cosa que le llevó más de un mes, por lo que al llegar allí se vio obligada a dormir un rato antes de continuar su viaje.
La despertó el estruendo de un trueno y la intensa luz del relámpago que lo acompañaba. Al abrir los ojos se encontró con una cara triste que la miraba intensamente.
Cuando despertó del todo, se dio cuenta de que esa criatura que se encontraba delante de ella, no era otra cosa que su idolatrado BigFoot.
- ¿Por qué no me has matado?
- ¿Por qué debería hacerlo?
- Eres un temible monstruo
- No, no lo soy
- Pero eso es lo que se supone que eres
BigFoot no entendía por qué se tenía esa visión de él, y el hecho de que esa humana a la que trataba de ayudar no parara de llamarle monstruo le estaba empezando a cabrear.
- Será mejor que pares, humana, yo no soy un monstruo, pero si me enfadas, verás al verdadero animal que tanto teméis los de tu raza.
- Pero es lo que eres, eres un gigantesco monstruo de varios metros.
- Te avisé - y entonces BigFoot subió su enorme mano y calló las infamias de aquella humana - No soy un monstruo, pero vosotros me convertís en uno.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: