jueves, 31 de julio de 2014

¡Para aquí mismo!



¡Para aquí mismo!

Joel acababa el día tirado en la esquina de aquel callejón, como tantas otras noches. Los años pasaban por su cuerpo pero no por su mente, que seguía creyendo pertenecer a un adolescente capaz de beberse hasta el agua de los floreros sin ninguna consecuencia física.

No eran pocas las personas que querían parar aquel estúpido comportamiento, pero ninguno de ellos entendería la razón que movía a Joel a aquella autodestrucción psicópata.

-          Antes no eras así, hijo – decía su madre al verlo llegar por la mañana
-          Antes, mamá, tú lo has dicho… – respondía con voz apagada y gesto cada día más lúgubre…

Joel dormía entonces un par de horas antes de escuchar la alarma del despertador taladrándole la oreja. Pese a no haber sido capaz de descansar debidamente, se levantaba de la cama como si las sábanas estuvieran hechas de lava, se metía en la ducha y dejaba resbalar las gotas sobre su magullado cuerpo… Quince minutos después, bajaba las escaleras del piso de sus padres y abría la tienda de informática que había pertenecido a su familia desde la primera cámara digital.

Una vez preparada la tienda y en vista de que no entraría ningún cliente en un buen rato, Joel sacaba una petaca de debajo del mostrador y daba un pequeño trago

-          Para mantener a raya la resaca – decía

Aquella vida se volvía cada vez más monótona, los pocos clientes que entraban en la tienda notaban cómo el joven y alegre muchacho que solía atender todas sus interminables dudas, desaparecía bajo una máscara de oscura y falsa indiferencia, pero nadie se atrevía a preguntar.

Joel esperaba impaciente la hora de cerrar y, a las dos y media exactas, giraba el cartel de “abierto” a “cerrado”, despedía a los pocos curiosos que continuaran aun cotilleando los aparatos y cerraba la puerta a su espalda, para volver a su habitación a leer aquella novela que quiso publicar tiempo atrás pero nunca terminó.

-          ¿Hoy tampoco comes?
-          No, mamá, estoy cansado, apenas he dormido, voy a la cama
-          Pues entonces deja esos papeles viejos y  duerme

La madre de Joel, Naia, solía cerrar la puerta en aquel momento a sabiendas de que su hijo seguiría leyendo por enésima vez la novela. Pero aquel día no, aquel día Naia decidió que ya había aguantado demasiado esa oscura sombra que ocupaba la habitación de su Joel. Se quedó en el quicio de la puerta y miró a su hijo.

-          ¿Qué quieres, mamá?
-          Muchas cosas… Pero lo que me quita el sueño todas las noches eres tú, Joel
-          Soy mayorcito, no tienes que esperar despierta a que vuelva de fiesta
-          Sabes tan bien como yo que no es eso lo que quiero decir…
-          Lo sé, pero no entiendo por qué te quita el sueño verme feliz
-          ¿Eres feliz? – dijo Naia irónicamente, pues sabía que no era así – Joel, yo tuve un hijo feliz, una vez, vi crecer a un hijo feliz y amé a un hijo feliz… Reconocería a ese hijo a kilómetros de distancia… pero ese hijo no está aquí – Su voz se iba apagando, al igual que su rostro, según se acercaba el final de la frase.

Joel no aguantó la mirada de su madre en aquella situación, cuando los ojos expresaban todo aquello que Naia había callado durante tanto tiempo; la angustia, el resentimiento, la culpa…

La propia mujer se asustó de sus palabras, pero no se arrepentía, si eso hacía que recuperara a su querido hijo, lo haría, sufriría lo insufrible por volver a verle sonreír una vez más.

Joel ya no miraba a ninguna parte, la novela no necesitaba verla, pues la sabía de memoria, y a su madre era incapaz de enfrentarla, pues en el fondo sabía que tenía razón.

Naia había dado un paso demasiado importante como para dejarlo pasar, así que hizo de tripas corazón y entró en la habitación situándose a la espalda de Joel.

-          Joel…
-          No, mamá – la interrumpió este – no es necesario que añadas más – contestó sin mirarla
-          Joel, hijo, no te enfades… yo no…
-       Tú no… nada. No me enfado, ya no… porque  sé lo que estás sufriendo y sé por qué, pero por más que me gustaría, no puedo decir que lo comparta, pues hace mucho que no tengo sentimiento alguno…
-   Eso es imposible… Eres humano, uno de nuestros dones es tener sentimientos – añadió encaminándose ya a la puerta
-          ¿De dónde has sacado esa teoría?
-          De Gregor, ya sabes que estudió psicología. Y aunque no acabara la carrera, de vez en cuando, acompaña a su madre a jugar la partida y nos cuenta las curiosidades que lee en sus libros

Joel asintió sin darle importancia y volvió la vista de nuevo a sus papeles.

-          ¿Por qué no hablas con él? Erais amigos de críos, seguro que se alegra de verte

Joel no contestó, pero fijó su mirada en la pared que tenía en frente y dejó caer la novela sobre la mesa de estudio.

Naia no quiso insistir más, había visto un cambio en Joel, uno de verdad… No podía forzar las cosas, pero sabía que, de esta, Joel saldría cambiado…

-          Esperemos que para bien – susurró ante tal pensamiento

Aprovechando que aún estaba en la habitación, mandó un beso a su hijo, lo miró por última vez y cerró la puerta.

Mientras Naia iba a la cocina a terminar la comida, Joel se había quedado pensando en la propuesta de su madre… Gregor le caía bien, había sido su mejor amigo tiempo atrás, fue él quien le animó a estudiar psicología pese a la autoritaria negación de su padre.

La pregunta era simple, ¿quería involucrar a su amigo en aquello? Sabía que no era fácil estar con él, por eso había tomado la decisión de volver al piso de sus padres en vez de quedarse en el piso que compartía con sus amigos.


Naia se sobresaltó al escuchar la puerta de la cocina abrirse a su espalda

-          ¿Benito, eres tú?
-          No, mamá, soy yo…
-          ¿Joel? – se habría extrañado de haber sido su marido, pero para nada esperaba ver allí a su hijo
-          ¿Has comido ya? – miró a la mesa
-          No… ¿quieres comer conmigo?

Como de costumbre, Joel no contestó, pero sí puso la mesa y se sentó en su silla a la espera de su madre. Se podría decir que disfrutaron de una comida en familia, aunque no hubo más conversación fuera de “pásame la sal” o “¿Está bueno?”. Aun así, Naia disfrutaba de ver a su hijo a la mesa con ella, y Joel se alegró de comer caliente otra vez…

Mientras recogían la mesa, Joel preguntó a su madre por Gregor y apuntó el número de teléfono.

-          Tal vez le llame, a ver qué tal le va… - había añadido al apuntarle


Tras tres llamadas sin marcar el último número, Joel al final decidió dar ese paso y llamar a Gregor.

-          Sólo para preguntar por él, a mí no me pasa nada… - se autoconvenció.

… unos tonos después …

-          ¿Sí? Diga
-          Esto… ¿Gregor? ¿Eres tú?
-          Sí, soy yo, ¿Con quién hablo?
-          Pues verás… soy Joel, no sé si te acuerdas de mí…
-          Sí, Joel, ¿Cómo no me voy a acordar? ¿Qué tal? ¿Qué es de tu vida?
-          Eh… Bueno… bien, volví al piso de mis padres
-          ¿Y eso?
-          Nada, cosas de la vida, pero…. Cuéntame tú… ¿Qué tal? ¿Qué es de ti?
-          Bien, bien, aquí ando... Trabajando para mi padre, como siempre dijo que haría
-          Ah… Eso quiere decir que estás aquí en el pueblo, ¿no?
-          Sí, sí, ¿te apetece quedar y hablamos en persona?
-          Vale… esto… ¿quedamos como siempre?


Cuando Joel se disponía a salir por la puerta al encuentro de Gregor, su madre no sabía si pararle para decirle que se duchara primero o si eso haría que Joel volviera a su habitación en vez de quedar con su amigo. Optó por preguntarle a dónde iba.

-          He quedado con Gregor para recordar viejos tiempos

Naia dudó un momento y al fin dio con la solución perfecta.

-          ¿No crees que sería divertido que llevaras la vieja sudadera de la peña?

A Joel pareció gustarle la idea

-          ¡Jo, pero está muy arrugada!
-          No te preocupes, en lo que te duchas te la plancho.

Y así Naia vio marchar a su hijo con gran alegría, pues sabía que Gregor encontraría una solución.


Gregor esperaba ansioso la llegada de su amigo. Había oído muchas historias del estado en el que estaría, por lo que se sorprendió al verle llegar aparentemente recién duchado.

Después de un par de horas recordando viejos tiempos en el bar de siempre, Gregor se atrevió a comentar lo que todo el mundo hablaba en el pueblo..

-          ¿Qué te pasa, Joel?
-          Este no es un buen sitio para hablar de eso
-          Vamos a mi casa, entonces
-          Está bien…

Una vez en casa de Gregor, Joel le fue contando a su amigo todo lo que había vivido  en aquellos últimos años.

-          ¿Por eso estabas tan triste cuando vine a visitarte desde la uni?
-          Sí, no sabía que hubiera estado tan triste… no contigo…

A Joel siempre le había gustado hablar con Gregor, era el único capaz de entender sus desvaríos y de escuchar sus “charlas emocionales”,  estaba claro que tenía que ser psicólogo algún día…

-          ¿Y cómo te sentiste al hacerlo? – había dicho Gregor en un momento de la conversación
-          No me vengas con rollos de psicólogos, Gregor, que somos colegas…
-          Está bien, tienes razón… Pero es una buena pregunta…
-          Te lo he dicho, fue el peor día de mi vida… el último día de la vida que conocía
-          Y, después de tanto tiempo, ¿sigues pensando lo mismo?
-          ¿Por qué no?

Continuaron la charla hablando de los sentimientos que Joel había experimentado en los últimos años desde… “Aquel día”.

-          Joel, te voy a hacer una pregunta que parece muy fácil… tú me dirás si lo es.
-          Adelante, pues
-          ¿Crees que la vida que llevas es la que quieres llevar?
-          No
-          ¿Y crees que mereces la vida que quieres? Recuerda que no tienes por qué decirme cuál es esa vida que quieres, pero es importante que sepas cómo es.
-          Yo… - dudó Joel – Creo que sí
-          Es un gran avance, colega, y quiero ayudarte, así que te diré que yo también creo que la mereces.
-          ¿Crees que podré hacerlo?
-          ¿Lo crees tú?
-          Tal vez… Pero no solo
-          No tienes por qué hacerlo solo
-          No quiero ser un incordio para mis amigos… o más bien para mis padres, pues amigos pocos me quedan

Todas las horas que Gregor y Joel pasaron hablando, tuvieron como resultado final el que Joel aceptara ir a un centro de rehabilitación para su problema con la bebida. En el centro trabajaba un antiguo compañero de Gregor que había aceptado encargarse personalmente de tratar a Joel. Naia agradecía al cielo, a los dioses o a lo que hubiera ahí arriba el gran paso que su familia daba a mejor.

Los preparativos estaban hechos, al día siguiente Joel iría al centro de rehabilitación durante, al menos, dos meses. Le costaba separarse de sus padres, pero sabía que era lo mejor para todos, así que no se quejó en ningún momento e incluso ayudó con los preparativos y confesó todos sus escondites de alcohol; libros, armarios, petacas varias…


El día llegó y se montaron Naia, Joel y Gregor en un taxi.

-          ¿Estás bien?
-          Sí, mamá… es lo que tengo que hacer
-          Todo va a ir bien, hijo

No dijeron más, los dos sabían perfectamente que la decisión estaba tomada y era lo mejor. Aun así,  permanecieron cogidos de la mano todo el trayecto y alguna lágrima silenciosa perló el rostro de Naia.


El edificio era bastante acogedor, la verdad, nada que ver con los que se ven en las películas. Aquello era una casa, grande, pero una casa.

-          ¿Es aquí?
-          Sí, es el más acogedor que he encontrado, pensé que te gustaría
-          Gracias – le agradeció Naia aquel gesto hacia su hijo

Una vez instalado y acomodado, se despidieron hasta la próxima hora de visita.

-          El jueves vengo, hijo
-          Siete días
-          SÓLO siete días, no te preocupes, estarás bien
-          Adiós, mamá, te quiero
-          Adiós, cariño

Gregor contemplaba la escena de lejos, pero cuando acabaron de abrazarse, fue Joel quien se acercó a él y lo abrazó también agradeciéndole todo lo que había hecho por él.

-          Y perdón por huir
-          No pasa nada, Joel, deja el pasado atrás

Conteniendo la emoción, con gesto algo temeroso y con un pequeño nudo en la garganta, vio Joel marchar el taxi con su madre y su mejor amigo.

-          Cuanto antes cure, antes vuelvo – se dijo


Joel estaba decidido a dejarlo, pero el síndrome de abstinencia lo hacía enloquecer. Se habían visto obligados a atarlo a la cama para que no se agrediera a sí mismo o a otros. Joel lo entendía, pero no podía reprimir su enfado cada vez que llegaba la hora de la comida y comía con una sola mano y vigilado  para que no hiciera nada raro.

Pero lo malo eran las noches, las mañanas las pasaba más o menos tranquilo entre sus terapias con el psicólogo y los trabajos que le mandaban para que pensara en otra cosa y se sintiera útil.

-          Doctor, ¿por qué sigue pasándome?
-          ¿Has vuelto a tener esa pesadilla, Joel?
-          Sí… pero no es una pesadilla, es un sueño feliz…. Al menos al principio
-          ¿Por qué no me la describes una vez más? Quizás hayas visto algo nuevo
-          Siempre empieza igual; salgo de un coche gris plateado, voy vestido con un traje veraniego que solía vestir cuando era más joven
-          ¿Cómo es ese traje?
-          Igual que otras veces; camisa ancha y fina con estampados de palmeras y colores muy claros, pantalones cortos negros y sandalias oscuras. También llevo… unas gafas de sol y en la mano una carta
-          Hasta aquí es como la última vez que me la describiste… continúa, por favor.
-          Llego a un bosque frondoso, me adentro en él en busca de alguien, lo busco por todas partes hasta el punto de perderme… y nunca aparece, siempre me pierdo en el bosque y no puedo salir.
-          ¿Has podido recordar a quién esperas?
-          No
-          ¿Hombre o mujer?
-          No lo sé
-          ¿Relación que podáis mantener?
-          Ni idea
-          Bueno, pues parece que es un sueño que no has completado aún y por eso lo repites… en nuestra próxima reunión me lo vuelves a contar. ¿Algo más que te preocupe? Me han dicho que ya no te dan los ataques tan a menudo…
-          Dos al día, voy mejorando… pero cada vez que los tengo me veo en ese bosque…

Y esas eran casi todas sus reuniones con el psicólogo, Joel no entendía qué podía significar aquel lugar, por más que lo intentara no sabía qué era. Había preguntado a su madre en los días de visita, pero ella tampoco sabía qué podía ser.


Joel llevaba dos meses en el centro y había conseguido dejar la bebida y el síndrome de abstinencia estaba casi desaparecido, pero seguía teniendo aquel sueño una y otra vez…

Los doctores le habían dicho que ya estaba listo para volver a casa, que aquello no era más que un sueño, que ya entendería su significado cuando estuviera preparado, pero que no era algo que influyera en su problema, que estaba “curado”

-          Pero no me puedo ir a casa, ¿qué pasa con el bosque? No sé qué significa
-          No hay nada más que nosotros podamos hacer, Joel…
-          Está bien…

Joel había hecho ya las maletas, sabía que no habría forma de convencerles de que no debía volver a casa, pero él estaba seguro de que tenía que ir a aquel lugar, ese sueño tenía que significar algo…


Llegó el día de volver y Naia y Gregor fueron a recogerlo en taxi

-          Hola, hijo mío, ¿qué tal te encuentras?
-          Estoy bien, mamá, no te preocupes
-          Naia, está bien, he hablado con mi amigo y dice que la valoración es muy positiva, todo en orden.

Montaron en el taxi y volvieron a casa, por el camino Joel de durmió y volvió a tener aquel sueño. Pero esta vez era diferente, ese no era el frondoso y verde bosque que él conocía, los árboles no eran más que ramas, que dejaban ver a lo lejos la caída del sol. Joel incluso creyó oír una voz llamándole…

Abrió los ojos de golpe, miró por la ventanilla….

-          ¡Pare!
-          Pero señor, estamos en mitad de la carretera
-          Da igual, aquí mismo, solo voy a bajar yo

Pese a la mirada incrédula y las súplicas de su madre por que parara con aquello, Joel bajó del taxi con decisión, sacó su maleta, se cambió de traje a uno mucho más veraniego (muy parecido al que llevaba en el sueño) y empezó a andar a donde le llevaran los pies.

No quería fiarse de su vista, así que cogió un palo y anduvo con los ojos cerrados todo el camino…

Cuando el sol se arropaba ya, dispuesto a descansar tras un duro día de trabajo, Joel paró en seco, respiró profundamente y, poco a poco, abrió los ojos. Ante sí un paisaje conocido, un bosque de ramas peladas que dejan ver el sol.

Joel no daba crédito, estaba allí, ¿dónde estaba esa persona misteriosa?

-          ¿Joel? – una voz a su espalda le hizo girarse

Su madre y Gregor le habían seguido hasta allí y al verlo parar se habían asustado.

-          ¿Veis a alguien?

Nadie entendió la pregunta, pero no se veía a nadie por allí.

De repente, Joel supo qué era lo que buscaba allí y por qué no había podido describirlo, no tenía forma.

Sacó una hoja de papel, dibujó lo que veían sus ojos, memorizó su imagen y añadió al reverso de la hoja:

“Y encontró la calma bajo la despedida del sol
Y supo de sí mismo tras la última hoja caída en otoño
Apreció al fin la vida que aquel día aprendió a vivir
Valoró a los suyos, pues no estaba solo
Y llegó al destino antes de encontrar la muerte
Aprendió
Que la historia del ser humano no tiene fondo de botella,
Y que hay horizontes que pueden ser finitos.”
 *Este es el dibujo:

Y de igual manera que había parado, sin dar explicación a nadie, volvió a la carretera, se montó en el taxi del que habían bajado su madre y su amigo, guardó a buen recaudo las hojas que acababa de usar y les llamó a volver al vehículo.

-          Vamos a casa, mamá, tengo que empezar a preparar la mudanza
-          ¿Dónde te vas? – Dijo Gregor sonriente, pues sí lo había entendido
-          Contigo, claro

Naia mantenía su cara de no entender nada, el taxista seguía serio y los dos amigos sonreían inclinando la cabeza en sus asientos en una pose de máxima satisfacción.


>·~ FIN ~·<


Si os acordáis, hace un tiempo subí una historia a este blog que no había escrito yo, sino Selene. (ESTA) Era un reto y ella me retaba a mí a hacer una historia a partir del dibujo que veis arriba. Espero que os guste el resultado  ^^

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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo:

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