viernes, 10 de julio de 2015

La mente lo sabe - cap. 13


LA MENTE LO SABE
Una niña pequeña puede crecer, un árbol dar fruto, un animal morir, pero todos tienen una historia que contar, una vida (corta o larga) que narrar antes de viajar a otro mundo. Mónica contará su historia y nos introducirá al mundo de la belleza, a la destreza total de lo natural y a los secretos de la mente. Bajo la mirada y la protección de Shrilka, Mónica luchará por un motivo justo: volver a casa.



Capítulo 13 – El hielo del dragón

Shrilka no entendía nada, cuando Mónica había despertado lo había llamado ¿PAPÁ? ¿Qué se supone que significaba eso? No tenía sentido, y encima parece que es el único al que le sorprende…

-         Sharick, ¿qué está pasando?
-         Bueno, no lo sé de seguro, pero… creo que tengo una teoría que podría ser factible.
-     Maestrucha, déjate de chorradas y dime lo que estás pensando. Sé que habéis estado ocultándome cosas estos días para que no me preocupara, pero eso se acaba aquí. No creo que quieras ver a un dragón enfadado y esa pequeña humana que lleva una semana ocupando tu cama es lo mejor que me ha pasado en la vida y lo más importante que tengo, así que no juegues con su salud.
-       ¿Te crees que no lo sé? ¿A caso olvidas que también es importante para mí? ¿Qué cara crees que se me ha quedado cuando la he oído llamarte “papá”? No juegues la carta del dragón conmigo, Sorlain, sabes de sobra que no serías el primero contra el que me enfrente.

Maestra y dragón, cara a cara en la nieve parecían disponerse para luchar. Cada vez hablaban más alto, gritaban más fuerte, sonaban más enfadados y respiraban de forma entrecortada.

Con un rugido desgarrador, Shrilka levantó el vuelo y se tiró en picado contra la maestra del Kia.

-         Puede que te hayas enfrentado a muchos dragones, pero nunca a mí.

Sharick se envolvió en un campo de energía y saltó segundos antes de que el dragón impactara contra la superficie que antes había ocupado su cuerpo. Aun en el aire, lanzó una bola de fuego hacia las alas traseras, pero falló por muy poco. Shrilka, enfadado, alcanzó a la maestra con su cola haciéndola perder el equilibrio.

-         Srill, no me obligues a hacerte daño.

Parecía que el hecho de haber caído al suelo estaba dándole fuerzas, como si el Kia que aun residía en aquel mundo pudiera canalizarse a través de su cuerpo y adquirir forma. Así, De las manos de Sharick surgieron dos bloques de hielo pulido en forma de cañón con los que apuntó directamente a la cara del dragón.

Shrilka trató de moverse, pero el hielo bajo sus patas lo había atrapado y fue incapaz. Intentó fundirlo con su fuego, pero no parecía surtir efecto. Levantó la mirada justo a tiempo de esquivar el proyectil helado que la maestra había enviado a través de uno del cañón de su brazo derecho.

El siguiente proyectil, no obstante, no se hizo esperar, pero esta vez Shrilka no se apartó. Justo cuando éste estaba a punto de llegar a su cara, el dragón abrió la boca y se lo tragó.

-         ¿Estás loco? Es hielo puro y eres una criatura de fuego, ¡te matará! – gritó Toru que acababa de entrar en escena al escuchar tanto jaleo fuera de la cueva.
 -         No, no lo hará – añadió Mónica con una gran sonrisa.

Y así fue, frente al asombro de todos, salvo de la niña, el dragón abrió de nuevo las fauces y empezó a expulsar versiones más pequeñas del proyectil que había tragado, con una ligera modificación; ahora el hielo ocultaba en su interior una llama azul celeste.

El escudo de energía que se había colocado Sharick la libró de la mayor parte de los proyectiles, pero fue Toru quien paró el último bateándolo con una roca alargada. Cuando regresó al dragón, la llama consumió el hielo y perdió toda la fuerza, por lo que no llegó a herir su escamosa piel.

-       Siempre me ha encantado ese truco – dijo la niña – es un espectáculo precioso, ¿no crees? – añadió mirando a Toru con la cara completamente iluminada.
-      ¿Un espectáculo precioso? ¿Shrilka y Sharick han estado a punto de matarse y a ti te parece “precioso”? ¡Esto es increíble!

Por suerte, la alegría de Mónica, aunque incomprensible, había resultado útil. El dragón y la maestra del Kia habían dejado de combatir y se miraban incrédulos.

-         No… no sé qué me ha pasado
-        Yo tampoco lo sé, grandullón. Estábamos hablando y de pronto… Es como si toda la ira, el dolor y la impotencia que he estado acumulando estos días hubieran estallado contra quien más cerca estuviese.
-      Sí, yo he sentido lo mismo. Menos mal que ha sido contra una digna oponente, no creo que muchos más hubiesen aguantado el tipo como tú.
-         Lo mimo digo, Srill, lo mismo digo…

Los dos parecían cansados, nunca se habían peleado, pero siempre habían sabido que ninguno de los dos podría ganar esa batalla. Hoy eso había quedado claro. Solo faltaba concretar un último detalle; ¿qué pasaba con Mónica? ¿Y por qué sabía que el hielo puro no lo mataría, cuando ni el propio Shrilka estaba seguro de ello?


Lo dejaron pasar, por el momento, y comieron todos en silencio. Terminada la comida, Toru fue a consultar sus libros, Sharick se fue a dormir (ya que no había descansado demasiado desde la batalla con Ransrik) y en la mesa quedaron solos el dragón y la niña.

-         ¿Puedo hacerte una pregunta, pequeña?
-         Claro, papá
-         Mejor que sean dos…

La niña le miró sorprendida sin entender cuál era el problema.

-         ¿Por qué me llamas papá?
-         Eres mi padre – dijo como si fuese lo más obvio del mundo
-         ¿Desde cuando?
-         Eh... pues desde que nací, supongo
-       Siento decírtelo, pequeña, pero… no. Nunca me he considerado tu padre, más bien… tu amigo, tu compañero. Pero nunca me habías llamado padre…
-         Bueno, ya… ya lo hablaremos, supongo que el viaje a este sitio (donde quiera que sea) te ha descolocado. ¿Cuál es tu otra pregunta?

Shrilka obvió el comentario y, bajando la cabeza, preguntó lo que llevaba tanto tiempo pensando.

-         ¿Cómo sabías que..?
-         ¿Que no te mataría?

Shrilka asintió.

-         Sencillo, tal y como explicó Kana; el hielo puro creado por el Kia de una maestra al unirse con el de la tierra es una de las sustancias elementales, por lo que tiene mucho poder y podría llegar a matar a muchas de las criaturas que conocemos. Pero tú eres un dragón, esas cosas no se aplican a vosotros.
-      No lo entiendo. Es verdad que tenemos más resistencia que la mayoría de criaturas, pero no somos inmunes al Kia, nuestras escamas no nos protegen de las energías puras.
-         No, las escamas os protegen de muchas cosas, pero es vuestro Kia el que se ocupa de los ataques de energía.
-         ¿Mi Kia? Eso es imposible, yo no sé controlar el Kia.
-         Jejejejeje. Pues claro que no, no eres un maestro, ¿cómo se te ocurren esas cosas? Me refiero a la primera energía, la que creó el mundo, la que dispersó el Kia que hoy manejamos los llamados “maestros”. ¿Tampoco te acuerdas de eso?
-      No, nunca lo había pensado. Simplemente acepté que habíamos surgido los dragones al igual que lo habían hecho el resto de criaturas, solo que unos años antes.
-      Bueno, más o menos así fue. Pero al ser tan pocos, pudisteis conservar parte de esa energía dentro de vosotros. Por eso podéis controlar las sustancias elementales, al fin y al cabo provienen de la misma energía que os creó a vosotros.
-         Es curioso que tú sepas eso y no lo sepa yo.
-      Sí… muy curioso, teniendo en cuenta que fue Kana quien insistió para que me lo contaras, aunque decías que era aún muy joven para saber esas cosas.
-         No haces más que mencionar a esa tal Kana ¿quién es? ¿Una compañera de clase?
-         ¿Compañera de clase? No, es… bueno, la chamana de los Jipantinos, pero siempre está por ahí ayudando a los nuestros. No me puedo creer que no te acuerdes de ella.

Toru, en su habitación, había apartado sus libros y ahora escuchaba a escondidas la conversación.

-         ¿Kana? Sí, eso ha dicho, pero… ¿de qué conocer esta niña a mi hermana?

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