LA MENTE LO SABE
Una niña pequeña puede crecer, un árbol dar
fruto, un animal morir, pero todos tienen una historia que contar, una vida
(corta o larga) que narrar antes de viajar a otro mundo. Mónica contará su
historia y nos introducirá al mundo de la belleza, a la destreza total de lo
natural y a los secretos de la mente. Bajo la mirada y la protección de Shrilka,
Mónica luchará por un motivo justo: volver a casa.
Capítulo 13 – El hielo del dragón
Shrilka no entendía
nada, cuando Mónica había despertado
lo había llamado ¿PAPÁ? ¿Qué se supone que significaba eso? No tenía sentido, y
encima parece que es el único al que le sorprende…
-
Sharick, ¿qué está pasando?
-
Bueno, no lo sé de seguro, pero… creo que
tengo una teoría que podría ser factible.
- Maestrucha, déjate de chorradas y dime lo
que estás pensando. Sé que habéis estado ocultándome cosas estos días para que
no me preocupara, pero eso se acaba aquí. No creo que quieras ver a un dragón
enfadado y esa pequeña humana que lleva una semana ocupando tu cama es lo mejor
que me ha pasado en la vida y lo más importante que tengo, así que no juegues
con su salud.
-
¿Te crees que no lo sé? ¿A caso olvidas
que también es importante para mí? ¿Qué cara crees que se me ha quedado cuando
la he oído llamarte “papá”? No juegues la carta del dragón conmigo, Sorlain,
sabes de sobra que no serías el primero contra el que me enfrente.
Maestra y dragón, cara
a cara en la nieve parecían disponerse para luchar. Cada vez hablaban más alto,
gritaban más fuerte, sonaban más enfadados y respiraban de forma entrecortada.
Con un rugido
desgarrador, Shrilka levantó el vuelo y se tiró en picado contra la maestra del
Kia.
-
Puede que te hayas enfrentado a muchos
dragones, pero nunca a mí.
Sharick se envolvió en
un campo de energía y saltó segundos antes de que el dragón impactara contra la
superficie que antes había ocupado su cuerpo. Aun en el aire, lanzó una bola de
fuego hacia las alas traseras, pero falló por muy poco. Shrilka, enfadado,
alcanzó a la maestra con su cola haciéndola perder el equilibrio.
-
Srill, no me obligues a hacerte daño.
Parecía que el hecho de
haber caído al suelo estaba dándole fuerzas, como si el Kia que aun residía en
aquel mundo pudiera canalizarse a través de su cuerpo y adquirir forma. Así, De
las manos de Sharick surgieron dos bloques de hielo pulido en forma de cañón
con los que apuntó directamente a la cara del dragón.
Shrilka
trató de moverse, pero el hielo bajo sus patas lo había atrapado y fue incapaz.
Intentó fundirlo con su fuego, pero no parecía surtir efecto. Levantó la mirada
justo a tiempo de esquivar el proyectil helado que la maestra había enviado a
través de uno del cañón de su brazo derecho.
El
siguiente proyectil, no obstante, no se hizo esperar, pero esta vez Shrilka no
se apartó. Justo cuando éste estaba a punto de llegar a su cara, el dragón
abrió la boca y se lo tragó.
-
¿Estás loco? Es hielo puro y eres una
criatura de fuego, ¡te matará! – gritó Toru que acababa de entrar en escena al
escuchar tanto jaleo fuera de la cueva.
-
No, no lo hará – añadió Mónica con una gran sonrisa.
Y
así fue, frente al asombro de todos, salvo de la niña, el dragón abrió de nuevo
las fauces y empezó a expulsar versiones más pequeñas del proyectil que había
tragado, con una ligera modificación; ahora el hielo ocultaba en su interior
una llama azul celeste.
El
escudo de energía que se había colocado Sharick la libró de la mayor parte de
los proyectiles, pero fue Toru quien paró el último bateándolo con una roca
alargada. Cuando regresó al dragón, la llama consumió el hielo y perdió toda la
fuerza, por lo que no llegó a herir su escamosa piel.
- Siempre me ha encantado ese truco – dijo la
niña – es un espectáculo precioso, ¿no crees? – añadió mirando a Toru con la
cara completamente iluminada.
- ¿Un espectáculo precioso? ¿Shrilka y
Sharick han estado a punto de matarse y a ti te parece “precioso”? ¡Esto es
increíble!
Por
suerte, la alegría de Mónica, aunque
incomprensible, había resultado útil. El dragón y la maestra del Kia habían
dejado de combatir y se miraban incrédulos.
-
No… no sé qué me ha pasado
- Yo tampoco lo sé, grandullón. Estábamos
hablando y de pronto… Es como si toda la ira, el dolor y la impotencia que he
estado acumulando estos días hubieran estallado contra quien más cerca
estuviese.
- Sí, yo he sentido lo mismo. Menos mal que
ha sido contra una digna oponente, no creo que muchos más hubiesen aguantado el
tipo como tú.
-
Lo mimo digo, Srill, lo mismo digo…
Los
dos parecían cansados, nunca se habían peleado, pero siempre habían sabido que
ninguno de los dos podría ganar esa batalla. Hoy eso había quedado claro. Solo
faltaba concretar un último detalle; ¿qué pasaba con Mónica? ¿Y por qué sabía
que el hielo puro no lo mataría, cuando ni el propio Shrilka estaba seguro de
ello?
Lo
dejaron pasar, por el momento, y comieron todos en silencio. Terminada la
comida, Toru fue a consultar sus libros, Sharick se fue a dormir (ya que no
había descansado demasiado desde la batalla con Ransrik) y en la mesa quedaron
solos el dragón y la niña.
-
¿Puedo hacerte una pregunta, pequeña?
-
Claro, papá
-
Mejor que sean dos…
La
niña le miró sorprendida sin entender cuál era el problema.
-
¿Por qué me llamas papá?
-
Eres mi padre – dijo como si fuese lo más
obvio del mundo
-
¿Desde cuando?
-
Eh... pues desde que nací, supongo
- Siento decírtelo, pequeña, pero… no.
Nunca me he considerado tu padre, más bien… tu amigo, tu compañero. Pero nunca
me habías llamado padre…
-
Bueno, ya… ya lo hablaremos, supongo que
el viaje a este sitio (donde quiera que sea) te ha descolocado. ¿Cuál es tu
otra pregunta?
Shrilka
obvió el comentario y, bajando la cabeza, preguntó lo que llevaba tanto tiempo
pensando.
-
¿Cómo sabías que..?
-
¿Que no te mataría?
Shrilka
asintió.
-
Sencillo, tal y como explicó Kana; el
hielo puro creado por el Kia de una maestra al unirse con el de la tierra es
una de las sustancias elementales, por lo que tiene mucho poder y podría llegar
a matar a muchas de las criaturas que conocemos. Pero tú eres un dragón, esas
cosas no se aplican a vosotros.
-
No lo entiendo. Es verdad que tenemos más
resistencia que la mayoría de criaturas, pero no somos inmunes al Kia, nuestras
escamas no nos protegen de las energías puras.
-
No, las escamas os protegen de muchas
cosas, pero es vuestro Kia el que se ocupa de los ataques de energía.
-
¿Mi Kia? Eso es imposible, yo no sé
controlar el Kia.
-
Jejejejeje. Pues claro que no, no eres un
maestro, ¿cómo se te ocurren esas cosas? Me refiero a la primera energía, la
que creó el mundo, la que dispersó el Kia que hoy manejamos los llamados “maestros”.
¿Tampoco te acuerdas de eso?
- No, nunca lo había pensado. Simplemente
acepté que habíamos surgido los dragones al igual que lo habían hecho el resto
de criaturas, solo que unos años antes.
- Bueno, más o menos así fue. Pero al ser
tan pocos, pudisteis conservar parte de esa energía dentro de vosotros. Por eso
podéis controlar las sustancias elementales, al fin y al cabo provienen de la
misma energía que os creó a vosotros.
-
Es curioso que tú sepas eso y no lo sepa
yo.
- Sí… muy curioso, teniendo en cuenta que
fue Kana quien insistió para que me lo contaras, aunque decías que era aún muy
joven para saber esas cosas.
-
No haces más que mencionar a esa tal Kana
¿quién es? ¿Una compañera de clase?
-
¿Compañera de clase? No, es… bueno, la
chamana de los Jipantinos, pero siempre está por ahí ayudando a los nuestros.
No me puedo creer que no te acuerdes de ella.
Toru,
en su habitación, había apartado sus libros y ahora escuchaba a escondidas la
conversación.
-
¿Kana? Sí, eso ha dicho, pero… ¿de qué
conocer esta niña a mi hermana?
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: