Fotografía por Sandra García |
Llevo
guardados en mi cajón
mil atardeceres,
un sol que no sale
por miedo a la oscuridad
y un árbol que aúlla a la luna
cuando hace la fotosíntesis.
Guardo
en un cuadro de luces abierto
alguna excusa de reserva
para el día en que me marche;
un par o dos de tuercas,
que ocupaban sitio en mi cabeza;
y el libro de instrucciones
– sin estrenar –
que incluía tu mirada…
Pierdo
con cada nuevo día
las ganas de alcanzar las estrellas,
mis antiguas y rectas manías
de soñar solamente mientras duermo
y algún que otro momento
que quedó guardado en borradores.
Sonrío
cuando miro al cielo
y huele a nubes de tormenta,
cuando la oscuridad se niega a irse
antes de ver salir el sol
y cuando la tierra
hace trampas al ajedrez,
para adelantar la llegada del otoño.