Por más que escriba,
no consigo encontrarte;
apuesto a que te has perdido
de camino a estas líneas,
o en la tinta de la pluma
que ahora sostengo en la mano.
Y aunque presiento tu risa
con cada nueva palabra
no puedo evitar buscarte,
como quien juega al escondite
contra un viejo fantasma,
aún a sabiendas
de que nunca podrá ganarle.
Has conseguido que tema
al pequeño bote de tinta
que siempre descansa en mi mesa;
miedo a que se derrame
y (no) aparezcas dibujada,
o a que al vaciarlo
ya no quede nada
que pueda hablarme de
ti…
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: