Y pensar
que me acuerdo de ti
siempre en el peor momento;
cuando me duele la calma
y se me erizan los huesos,
y el frío empieza a hacer mella
en este viejo velero...
Y pensar
que me acuerdo de ti
hasta cuando las prioridades
se me han olvidado
y una bala perdida
me da de pleno en el pecho...
Tú que no eras nadie;
no más que una sucia muleta
de segunda mano,
con un centímetro menos...
Tú que no dabas nada por mí,
que siempre me llevabas la contraria
y nunca venías a consolarme
en las noches en vela.
Y pensar
que en los malos momentos
me da por pensar en ti,
y recordarte hace siete años
cuando te rompí por primera vez,
mi sucio y desgastado espejo.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: