Viví en el miedo de encontrarte
vacío, rendido en mitad del invierno.
Inmóvil en el hielo de este lago agridulce,
escarcha y vapor como todo discurso,
belleza escondida en tus ojos de cristal...
¿Por qué el frío habría de apagarte?
¿Por qué el gris del cielo no te pintaría
entre contrastes de aguanieve y granizo?
Temí el adiós sobreentendido,
los versos a medias en tu diario.
Me prohibí esperarte en esta orilla,
por si volviera el verano a despertarnos.
Y, sin embargo, no olvido.
¿Por qué tu mano no alcanzaría la mía?
¿Por qué este cuento habría de acabarse
sin nuestro final feliz a las puertas del castillo?
Ignoré el curso del tiempo,
quise adelantar las estaciones,
pero perdí la cuerda en el laberinto...
Morí en las ganas de encontrarte
incandescente y feliz bien entrado el otoño.
Vivaz en las aguas de aquel lago agridulce,
canción de primavera en tus labios,
mi error reflejado en tus ojos de cristal.
Por las historias que rondan tu mente. Por las ganas de cambiar el mundo. Por las rimas. Por la música. Por el arte... El primer puercoespín enamorado de las letras comparte sus cuadernos de poesía. Cuidado, puede ser muy dulce o utilizar sus púas.
lunes, 30 de marzo de 2020
jueves, 26 de marzo de 2020
A la distancia exacta de un poema
Sigo tratando de quitarme este temblor de piernas
las ganas de lanzarme en otro verso suicida
que te diga que no hay rima sin tu voz
ni canción que avive el ánimo sin tu risa.
A la distancia de un "te quiero",
gritado a voces entre balcones cerrados
o escondido en cualquier "te echo de menos".
Escribo por ansiedad manifiesta
de no tenerte cerca en esta luna nueva
que me deja a oscuras en plena madrugada de primavera.
Una hoja en la pared me dice que ya queda menos.
En mi pantalla, una llamada aguarda tu reflejo borroso.
Escenario preparado, comienza el siguiente acto,
repetimos los mantras:
todo va a salir bien (aunque te eche de menos),
quédate en casa (tan lejos de mi ventana)...
Y mientras reniego de la idealización del encierro,
sonrío y sigo esperando al otro lado
a que pase la tormenta
y podamos volver a bailar bajo la lluvia
sin dos metros de por medio.
las ganas de lanzarme en otro verso suicida
que te diga que no hay rima sin tu voz
ni canción que avive el ánimo sin tu risa.
A la distancia de un "te quiero",
gritado a voces entre balcones cerrados
o escondido en cualquier "te echo de menos".
Escribo por ansiedad manifiesta
de no tenerte cerca en esta luna nueva
que me deja a oscuras en plena madrugada de primavera.
Una hoja en la pared me dice que ya queda menos.
En mi pantalla, una llamada aguarda tu reflejo borroso.
Escenario preparado, comienza el siguiente acto,
repetimos los mantras:
todo va a salir bien (aunque te eche de menos),
quédate en casa (tan lejos de mi ventana)...
Y mientras reniego de la idealización del encierro,
sonrío y sigo esperando al otro lado
a que pase la tormenta
y podamos volver a bailar bajo la lluvia
sin dos metros de por medio.
sábado, 21 de marzo de 2020
Feliz día de la poesía
Aunque el cielo se oscurezca
y el frío se aferre a las ventanas.
Aunque el miedo se asome por los rincones
y la calle quede desierta.
Aunque a veces cueste mantener la sonrisa...
Recuerda:
siempre quedarán versos que nos desvelen,
estrofas que nos arropen
y metáforas que den ritmo a nuestros días.
¡¡¡FELIZ DÍA DE LA POESÍA!!!
miércoles, 18 de marzo de 2020
Improvisación con Ana Wiya
Si contara las veces
que me caí del columpio
entre carcajadas
o perdí el último bus hasta casa
y volví bailando sin perder la sonrisa.
Si contara las veces
que salí sin llaves
y empecé de nuevo la noche
sin ninguna gana de volver.
Me volverías a llamar loca,
a pensar que me falta un tornillo,
cuando supieras que
aún confundo la sal con el azúcar
y soy incapaz de seguir una receta,
pero me salen las "crepés" de vicio
aunque se me peguen en la sartén
y no tenga nada que poner en ellas
- cuestión de improvisación -.
Hasta ahora ningún trasgolillo
se ha quejado demasiado
y Aijana viene conmigo
en el bolsillo
siempre que le da la gana.
que me caí del columpio
entre carcajadas
o perdí el último bus hasta casa
y volví bailando sin perder la sonrisa.
Si contara las veces
que salí sin llaves
y empecé de nuevo la noche
sin ninguna gana de volver.
Me volverías a llamar loca,
a pensar que me falta un tornillo,
cuando supieras que
aún confundo la sal con el azúcar
y soy incapaz de seguir una receta,
pero me salen las "crepés" de vicio
aunque se me peguen en la sartén
y no tenga nada que poner en ellas
- cuestión de improvisación -.
Hasta ahora ningún trasgolillo
se ha quejado demasiado
y Aijana viene conmigo
en el bolsillo
siempre que le da la gana.
lunes, 16 de marzo de 2020
Mi espíritu animal
Decidí dejar de escribir para que otros ojos lo leyeran, de pensar en receptores que jamás hallarían paz en mi cabeza. Se me secaron las palabras en la punta del bolígrafo, asegurando que saldrían solo cuando diera un pedazo de mí en cada renglón torcido; cuando mi alma se atreviera a salir de su último rincón favorito; y mi niño interior volviera a jugarse la risa, rasgándose las rodillas en aquel parque de metal que hoy ya habrían prohibido.
Recuperé mi sitio en la baldosa suelta de la habitación, sentándome como los indios mientras el aire de la ventana me abanicaba el pelo intentando hacer señales nuevas. Y volví a caminar con mi espíritu animal, feliz en la oscuridad de una noche solitaria, aullando a cada fase de la luna y conociendo las constelaciones como el mejor de los mapas de caminos.
Resucité sin haber conocido a la Muerte. Me reencarné en mi yo pasado. Crecí avanzando de espaldas, retrocediendo camino... Pero esta vez, aprendí a respirar a mi propio ritmo.
jueves, 12 de marzo de 2020
Historia
Hoy he despertado temblando en mitad de la noche y, por primera vez, he deseado volver a recordar la pesadilla. Aquella recurrente que me atacaba cada día. Esa en la que pese a todo... volvías. Y aunque el odio inundara el ambiente, aunque la culpa cayera en mis hombros una vez más, aunque terminara perdiéndote de nuevo... por un segundo completo, estabas de nuevo al alcance de mis ojos, de mis manos, de mis oídos.
¡Cuánto daría hoy por volver a tenerte a tal distancia! Por perfilar tu rostro con las yemas de los dedos, por hundirme en las olas de tu pelo, por pedirnos perdón por tantas cosas y despedirnos sin perder tu voz en el eco de esta Historia.
jueves, 5 de marzo de 2020
Aullidos
El aullido rompió la noche como una desgarradora dentellada...
Era una tarde gris de primavera, la primera del año en la finca del abuelo, Roo había estado esperando aquel día toda la semana. Le encantaban las tormentas bajo el calor de aquel lugar. Todo parecía un set de cine, preparado al milímetro para que la pareja protagonista se diera el beso final y "vivieran felices y comieran perdices".
Su familia llevaba años celebrando allí el fin del invierno; hacían una hoguera, se sentaban en círculo, cantaban canciones y hacían todas las típicas escenas de familia feliz que se les pudieran ocurrir. Luego se reían y seguían con sus vidas hasta el año siguiente. Era el único día que estaba prohibido discutir o recriminar cosas del pasado. Una vieja tradición que, por alguna razón, nadie desobedecía... Supongo que en el fondo les gustaba sentirse unidos al menos ese día.
La celebración estaba a punto de terminar y todo el mundo quería irse ya a la cama. Pero había sido de los mejores años que recordaban y nadie sabía cómo ponerle el punto final. La comida al calor de la hoguera apenas se había quemado, nadie había protestado por las viejas canciones de siempre y hasta los mosquitos parecían haberles respetado y nadie salía rascándose en la foto familiar... Sin embargo había un gran elefante en la habitación, uno de esos secretos que todos saben, pero no se pueden decir, porque si se habla... bueno, supongo que resultan ciertos, y eso es más difícil de asimilar.
Roo no aguantaba la tensión, sabía que en cuanto dieran las 12 se acabaría la calma y el pacto de nada de discusiones. Aún quedaban unos minutos, así que los aprovechó y salió a la campa a ver llegar la tormenta. No la siguieron, quizá entendían por qué quería aprovechar esas horas o quizá no se habían dado cuenta de que salía sigilosamente por la puerta del sótano y desde allí al jardín trasero.
No tardó en notar las gotas suaves sobre sus manos y se dejó inundar por ellas. Bailó sola bajo la lluvia y se llenó las botas nuevas de barro mientras giraba sin parar entre el césped. Lo sintió acercarse por detrás de la casa, iluminando todo el cielo sin estrellas. Parecía que la luna flotaba en un limbo extraño, mientras la luz esperaba al sonido. Roo contaba en voz baja los segundos ansiando gritar con el trueno para dejar todo atrás un año más...
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