Tiñó tus ojos de escarlata,
los míos de carbón
y el adiós retumbó en toda la plaza.
El eco de los altos muros
guardó un minuto de silencio,
mientras nos dábamos la espalda,
con la intención macabra
de no volvernos a ver.
Los candados de aquel puente
se oxidaron con el tiempo
y se nos llevó el agua
sin recuerdos que contar.
Dos cometas separados por la órbita
destinados a no encontrarse otra vez más.
Por más que a veces te extrañe,
ya no soy tuya...
ansiedad.
Vi la luz en el celeste de otra estela
y esta vez
me solté de tus jaulas
y me atreví a disfrutar.
Viviste de mí muchos años
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: