domingo, 6 de abril de 2014

Esperando el punto que sucede a la coma.



Dejé mis manos fluir sobre las teclas de mi ordenador, tratando de vaciar mi mente de tu mera existencia.

¿Quería olvidarte? Creo que no, pero quise convencerme de ello, tal vez para que el dolor no fuera tan grande, o tal vez, porque sabía que tú ya lo habías hecho y tenía que superarte.

¿Lo conseguí? No. nunca podría, ni si quiera fui capaz de borrar nuestras conversaciones. Maldije las redes sociales, no quería ver cómo tú subías fotos y actualizabas tu estado. Pero a la vez entraba cada minuto para tener la oportunidad de volver a verte, de verte sonriendo y feliz, como cuando estábamos bien. Me gustaba imaginar que eran risas fingidas, que tratabas de convencerme de que lo habías superado pero seguías pensando en mí.

Seguí escribiendo, sólo para aparentar normalidad, nadie sospecharía del dolor de mi pecho si me veían absorta en mis escritos como tantas otras veces. Pensar en esas otras veces me derrumbaba,
¿Que por qué? Muy fácil, porque esas veces tú eras también la inspiración, pero la diferencia era que esas pretendía que las leyeras, esta vez no, si lees esto quedaré como una idiota, como la tonta que no sabe vivir sin ti, como una niña pequeña que se aferra al brazo de su madre ante la posibilidad de perderse en el supermercado del barrio.

Me negué a darte aquella satisfacción y supuse que tú harías lo mismo, así que cerré aquel documento y me puse los cascos con algo de música. Ni eso podía alejar mi mente de ti, ya la primera canción me trajo a la memoria tu sonrisa, ya que fuiste tú quien me la envió porque decías que hablaba de nosotras.

Ver tu sonrisa en las fotos y ahora imaginármela acabó con la poca paciencia de la que era poseedora. Salté de la silla arrancándome los cascos de las orejas y apagando el ordenador esperando que nada de lo que aquel día había hecho en él, quedara guardado. Porque entonces, dejaría constancia de un sufrimiento que te haría dueña de mí durante el resto de mis días.


Por fortuna sí se guardó, y hoy puedo releer aquellas líneas. ¿Que qué tiene de bueno? Te preguntarás. La respuesta es simple, ahora sé que significaste lo suficiente en mi vida como para hacerme dudar, pero que conseguiré seguir adelante y, tal vez, en un futuro no muy lejano, volveré a sentir lo mismo y hasta lo compartiré contigo como buenas amigas mientras nos reímos de este suceso, recordando solo los buenos momentos.

Sé que aún es pronto y que ese próximo amor aún tardará en llegar, pero ¿quién sabe? Quizá alguien está esperando a la puerta de la cafetería donde estoy escribiendo, quizá cuando pase a su lado le derrame el contenido de su vaso encima y, como en una mala película romántica, salga airosa de esa situación con el número de teléfono de mi media naranja. O quizá simplemente siga sola un tiempo y disfrute de esa soledad hasta que llegue el momento adecuado. De todas formas, pase lo que pase, me alegro de haber vivido, contigo, mi primer amor de adolescencia.

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